Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Apocalipsis now

¿Por qué los coronavirus se han extendido a tanta velocidad? Por la globalización, la superpoblación, la hiperconectividad y la concentración de las cadenas de suministros, los cuatro jinetes del apocalipsis actuales

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La Biblia, al igual que otros textos sagrados, está plagada de referencias mitológicas universales. Recoge mitos de otras culturas y los incorpora mediante el sincretismo. Mitos que representan anhelos y temores profundos que se han mantenido invariables prácticamente desde el inicio de la humanidad.

Uno de estos mitos es el de los cuatro jinetes del apocalipsis. El negro: el hambre. El rojo: la guerra. El amarillo: la muerte. Y el misterioso jinete del caballo blanco, que algunos identifican con Jesucristo y otros, con la esperanza.  

Un ciclo que se repite en la historia

Es fácil rastrear los orígenes del mito en otras culturas, pero a mí me dejan poco espacio aquí, así que me limitaré a explicar que el mito representa un ciclo que se reproduce a lo largo de toda la historia de la humanidad: 

Alteraciones climáticas provocan continuas series de malas cosechas que traen como consecuencia atroces hambrunas. -> Como hay hambre, el poderoso, que no recibe ya el dinero vía impuestos o vasallaje, le declara la guerra al territorio vecino para robarle sus recursos. Sus campesinos —siervos, vasallos o esclavos— se unen al ejército porque el ejército ofrece un salario y posibilidades de pillaje. -> En la guerra, el hambre, las heridas, el hacinamiento favorecen que los virus campen a sus anchas. -> Letales epidemias se abaten sobre la población, provocando grandes mortandades.

Desde la primera guerra mundial, que extendió la gripe española, cambiamos el modelo: de epidemias a pandemias

Así podemos hablar de: la guerra del Peloponeso y la peste de Atenas; la guerra de las Rosas y la peste negra; la guerra de los cien años y… también la peste negra; la conquista de América, la viruela y cólera; la campaña de Egipto de Napoleón y la peste bubónica; la guerra civil española y el tifus…

Antiguamente, las plagas no llegaban a ser globales porque no había aviones. Cierto es que los españoles trajimos y llevamos epidemias en barcos, pero no se las contagiábamos a toda Europa. Desde la primera guerra mundial, que extendió por todo el globo la gripe española, y la segunda, que propagó el dengue, el ántrax la difteria y la malaria, cambiamos el modelo: de epidemias a pandemias.

Desde el inicio del siglo XXI, las guerras se han multiplicado por África y Oriente Medio (Yemen, Irak, Siria, Sudán, Somalia, Afganistán). No son guerras internas. Todas ellas empiezan debido a la pobreza energética. Hablamos de países que tienen petróleo, en los que las guerras aparentemente son guerras civiles, pero en realidad están impulsadas desde Occidente. El coronavirus no parte de un laboratorio, no.

La ventaja de supervivencia de las mujeres

Es muy posible que nuestro SARS-CoV-2 sea la mutación de otro coronavirus: el MERS- CoV, que provoca una infección de las vías respiratorias casi idéntica a la del SARS-CoV-2, y que se detectó por primera vez en Arabia Saudí en el 2012. Ambos son patógenos emergentes a partir de un reservorio animal, ambos son responsables de infecciones respiratorias graves de corte epidémico, ambos tienen gran morbilidad y mortalidad, estructura similar y raíces filogenéticas comunes.  

¿Y por qué han mutado y se han extendido a tanta velocidad? Pues debido a la globalización, la superpoblación, la hiperconectividad y la concentración de las cadenas de suministros, los cuatro jinetes del apocalipsis de la civilización actual.

Pues bien, en todas las pandemias y epidemias registradas, las mujeres han tenido, siempre, una ventaja de supervivencia omnipresente, incluso en circunstancias en las que la mortalidad general era extraordinariamente alta.  Aunque las crisis redujeron la ventaja de supervivencia en cuanto a la esperanza de vida, las mujeres sobrevivieron siempre mejor que los hombres. 

Y eso ¿por qué?

Pues la respuesta, queridos lectores y lectoras, la dejo para el próximo artículo.