La crispación política

A desescalar

España bate records en la zozobra política que suscitan las medidas destinadas a atajar la pandemia y a afrontar su tremendo coste social

Casado critica la desescalada y avisa a Sánchez de que no hará el ridículo con él

Casado critica la desescalada y avisa a Sánchez de que no hará el ridículo con él. / periodico

Andreu Claret

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Yo pregunto a los presentes / si no se han puesto a pensar / que esta tierra es de nosotros / y no del que tenga más. Hermosa letra la de aquella canción de Víctor Jara que termina con una llamada a desalambrar. Sustituyamos lo de desalambrar por desescalar. Por rebajar la tensión que mantienen los políticos, como si la tierra fuera suya y no de todos. Tuya y de aquel, por decirlo en palabras del malogrado compositor chileno.

En todas partes cuecen habas con el debate suscitado por el covid-19, pero España bate records en la zozobra política que suscitan las medidas destinadas a atajar la pandemia y a afrontar su tremendo coste social. Se confirma un teorema ibérico (al que solo escapa Portugal, no Catalunya) por el cual, cuanto mayor es el reto al que nos enfrentamos todos, mayor es la confrontación entre aquellos que deberían arrimar el hombro para sacarnos del atolladero. Un modo de ser y de hacer que ya nos hundió en la miseria (y la dictadura) en los años 30. Europa aprendió, nosotros, no. El manual del buen gobernante y el del buen opositor europeo sugiere qué, ante conflictos armados y catástrofes, se promueva la unidad. Así fue tras la hecatombe de la segunda guerra mundial cuando fraguó el gran acuerdo entre democristianos y socialdemócratas para levantar el estado del bienestar y para impulsar la unidad de Europa.

España vivió de espaldas a la devastación de aquella guerra y esto se nota en el clima político. Aquí nadie sabe que el pasado 8 de mayo fue el 75º aniversario de la rendición del III Reich. Nuestra historia esta hecha de otra pasta, más difícil de digerir, la de una guerra civil que dividió el país. Ochenta años después, esta tragedia todavía condiciona la cultura política española (y la catalana).

Algunas intervenciones en el Congreso de los Diputados, estos últimos días, ponen los pelos de punta. No solo las de Vox. Y los insultos en las redes catalanas también recuerdan nuestra peor tradición política. Para muestra, el linchamiento de Jaume Asens en Twitter, por haber criticado el no de Esquerra a la prorroga del estado de alarma.

Mientras no se ponga en cuarentena la testosterona de algunos (presencial o virtual), no vamos a ninguna parte. Mejor dicho, vamos al precipicio. La única solución es desescalar. No sólo siguiendo un patrón sanitario, sino obedeciendo a la mejor tradición política europea. Y a Víctor Jara.    

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