La ética del cuidado

La 'distancia social'

Hay que mantener el distanciamiento personal, físico, pero en el plano social necesitamos justo lo contrario: proximidad, solidaridad y respeto

Un grupo de jubilados junto a una residencia de ancianos de Barcelona.

Un grupo de jubilados junto a una residencia de ancianos de Barcelona. / periodico

Rafael Jorba

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La pandemia del covid-19 ha incorporado al lenguaje cotidiano nuevos conceptos: confinamiento, desescalada, nueva normalidad... El más preocupante, la llamada ‘distancia social’ que remite a desigualdad, diferencia, marginación. Sí, hay que mantener el distanciamiento personal, físico, pero en el plano social necesitamos justo lo contrario: proximidad, solidaridad y respeto.

El aplauso que dedicamos cada noche a los trabajadores de la sanidad no solo debe servir para reconocer su labor frente a la pandemia, sino también para revalorizar la función social de todos aquellos que se dedican al cuidado de los otros. A la épica guerrera, esgrimida por Emmanuel Macron y Pedro Sánchez, hay que contraponer la llamada ética del ‘care’, es decir, del cuidado, en el sentido amplio del término.

La ética del ‘care’ no se corresponde solo con el cuidado, en su acepción médica, sino con la expresión catalana de 'tenir cura de' (tener cuidado de) en su versión más genuina: prestar atención, facilitar la vida de los otros, sobre todo de los más dependientes. No es extraño que la ética del ‘care’ surgiese en el seno del movimiento feminista (Carol Gilligan) que situaba en un primer plano los vínculos con los demás y nuestra responsabilidad en su cuidado.

El pensamiento neoliberal no solo ha recortado la sanidad pública. Ha favorecido el individualismo, el sálvese quien pueda, y ha relegado en un segundo plano, tanto económica como socialmente, las tareas del cuidado de nuestros conciudadanos, asignadas a menudo a las mujeres y a los grupos más desfavorecidos. Frente a la retórica guerrera, esta crisis nos recuerda la vulnerabilidad humana y revaloriza la ética del cuidado.

La gran mutación que se avecina debe servir no solo para reorientar las políticas públicas, dotando a la sanidad de los recursos que se habían sustraído en el último ciclo de crisis, sino también para integrar otras asignaturas pendientes, entre ellas, los retos del cambio climático. También para revalorizar la ética del cuidado.

Este objetivo pasa por la conciliación familiar en la vida laboral, pero también en la política. La política necesita feminizarse para restarle testosterona y sumarle afecto y respeto. Fue una mujer, Martine Aubry, quien abogó en Francia por reconstruir el socialismo desde una sociedad del ‘care’ con una “revolución de los servicios públicos” y una “transformación de las relaciones entre los individuos”. Es otra tarea pendiente.

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