Análisis

Para qué sirven los periódicos

A la búsqueda de la verdad hay que dedicarle tiempo, trabajo, prueba/error, verificación. Honestidad. Para evitar que el cinismo gane la partida

xi jimping

xi jimping / periodico

Alfonso Armada

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El último número del 'New Yorker', con una portada de Chris Ware ('Naturaleza muerta', colaje de estampas de Nueva York lleno de vida), incluye una viñeta que resume el momento: en un islote sitiado por tiburones hay una pareja sentada en un sofá. Ella le dice a él: ¿Podíamos cambiar de tema?”.

El tema es el que ocupa nuestras vidas, nuestros pensamientos, nuestros sueños, emponzoña el debate político y ensombrece el porvenir. Por eso me gustaría salir de la isla y hablar de otro dibujo, uno de los más famosos de Goya: 'El sueño de la razón produce monstruos'. La interpretación más socorrida sugiere que la razón llevada a su extremo provoca, con las mejores intenciones, estragos. Desde el despotismo ilustrado al totalitarismo. Ahí tenemos el modelo chino que combina eficazmente control político total del Partido Comunista y un capitalismo que celebra el enriquecimiento como razón vital, estofado con una exhaustiva vigilancia policial gracias al desarrollo tecnológico (ciencia aplicada, razón de estado) que permite someter una pandemia o una nación. Un 1984 orwelliano peor, y con imitadores surgiendo como setas.  

Otra interpretación propone que cuando uno se olvida de la razón y se deja embaucar (mecer) por los sueños es la sinrazón la que prevalece y los monstruos se apoderan de la realidad. Quien se olvida de cultivar la razón despierta entre murciélagos, capaces no solo (según parece) de propagar un virus mortífero, sino también de convocar fantasmas románticos, delirios de identidad herida, quimeras y pensamiento mágico, amén de rumores, desinformación, teorías de la conspiración… pesadillas que contaminan el paisaje y hacen imposible el entendimiento, la discusión cordial, el escrutinio crítico. 

Uno de los grandes males del coronavirus (los tiburones que se han adueñado del mundo) es la ofensiva de tantos gobiernos contra las noticias, contra la prensa. Creo que, a pesar de los pesares, o precisamente por ello, los periodistas debemos ser más irreprochables que nunca, verificar con más celo nuestras informaciones, separar religiosamente las opiniones de los hechos, proporcionarle al lector todos los datos relevantes, poner en cuarentena nuestros cristales ideológicos. Y buscar denodadamente la verdad, por ejemplo la verdad de los muertos del coronavirus... Y no convertir todo en obsceno combate goyesco en que se enarbolan los cadáveres para atizar al contrario. Es un deber de memoria y de justicia. 

Sigo creyendo en los periódicos que amplían el espíritu, aguijan la curiosidad, nos ponen en cuestión, nos obligan a revisar prejuicios. En 'Verdad y mentira en política', Hannah Arendt dice: “La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos mismos”. Recalca la filósofa que llega un momento en que la mentira resulta contraproducente: “Dicho punto se alcanza cuando la audiencia a la que se dirigen las mentiras se ve forzada, para poder sobrevivir, a rechazar en su totalidad la línea divisoria entre la verdad y la mentira. Cuando tu vida depende de que actúes como si creyeras, no importa qué es lo verdadero y qué lo falso”. A la búsqueda de la verdad hay que dedicarle tiempo, trabajo, prueba/error, verificación. Honestidad. Para evitar que el cinismo gane la partida. 

Como hacía Ana Alba, a quien va dedicada esta columna donde fue su casa.