La gestión de la crisis
El prado y las ovejas
Nuestros representantes gritan, mienten, e insultan, mientras intentan aumentar cada uno su particular 'rebaño' de votos
Tras varias pruebas, me he quedado con la franja de paseo de las seis de la mañana. Es cuando el silencio me parece menos impostado, y la poca gente que se ve -sobre todo corredores, o trabajadores- se parecen más a los que podían verse a esa hora nuestra vieja y extinta normalidad. Caminando por alguna calleja secundaria, la ausencia de sonidos y algún diminuto pedazo de jardín o una sinuosa pero modesta vuelta catalana casi me trasladan a más de un siglo atrás, a cuando mi barrio era un núcleo fabril.
Intenté salir una noche, y la paz se transformó en desasosiego: cero mascarillas, grupitos, un botellón... Es absurdo, por no decir antidemocrático, pensar que se puede controlar a 'toda' la población 'a todas horas'. Pero hemos caído en otro pensamiento mágico, el de ignorar que vivimos en una “tragedia de los comunes”. Este concepto -no relacionado con la suerte de ningún partido-, formulado por el ecologista Garrett Hardin, explica un dilema social. Si imaginamos los bienes comunes (ahora la salud, el derecho a salir y la distancia social) como una suerte de pasto compartido en el que pace el ganado de cada uno, cada granjero, si piensa en el interés propio, intentará meter cuantas ovejas propias pueda en el campo. Y si todos hacen lo mismo, el pasto se agotará.
Hardin, me temo, no formula una solución, pero la politóloga Elinor Ostrom, primera mujer en ganar un Nobel de Economía, dedicó su obra a buscarlas. Sus conclusiones -ausentes de panaceas- se alejaban tanto de la idea de un control total del Estado como de la parcelación y privatización egoísta de lo que es de todos. Incidían más bien en la necesidad de crear una sociedad cohesionada y sabia, que cree y haga valer sus reglas por consenso. Pero ese proceso lleva tiempo, y un nivel de debate que nada tiene que ver con el que se vio en el Congreso el miércoles. Nuestros representantes gritan, mienten, e insultan, mientras intentan aumentar cada uno su particular 'rebaño' de votos. Nada se logrará con este ejemplo, y yo me resignaré a seguir madrugando.
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