Tiempos de enorme incertidumbre

Que me quede como estaba

La confianza en el largo plazo no basta para disipar los temores en el futuro inmediato y a medio plazo

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Xavier Bru de Sala

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Cuando el peligro y la incertidumbre se abaten sobre alguien, tanto la reacción instintiva como la racional consisten en librarse con los mínimos daños. Es el famoso 'que me quede como estoy' del tullido que peregrinó a Lourdes en busca de un milagro y ya solo imploraba no empeorar cuando rodaba explanada abajo a velocidad creciente. En el caso presente, en vez del 'que me quede como estoy', porque hay que ser muy misántropo para pretender que esta situación se alargue, se impone un no menos patético 'que me quede como estaba'. Este 'que me quede como estaba' debe ser, explícito o implícito, el clamor más compartido en el mundo.

El deseo es volver a la situación anterior. La fatalidad y una gestión manifiestamente mejorable han ocasionado varios miles de víctimas mortales. Además de llorarlos y a diferencia de las grandes pestes del pasado que proyectaban sobre todos la sombra de la muerte inminente y sin remedio, ya que ahora estamos más preparados y las cifras van bajando, ya casi damos por supuesto que el propio cadáver no incrementará la macabra suma. La angustia y el miedo principal de la inmensa mayoría consiste, no tanto en saber cuándo se verá infectado de manera directa por el virus y con qué consecuencias sobre su salud, ya que las estadísticas, las precauciones y la tendencia de cada individuo a imaginarse eterno nos desvanecen en buena parte estas preocupaciones, como en representarse un futuro próximo en el que todo vuelva a funcionar. ¿Cuándo llegará? ¿Qué nuevos sufrimientos deberá soportar la sociedad? Nadie es capaz de asegurar a los millones de nuevos parados si encontrarán trabajo dentro de un año o deberán arrastrarse bastante más tiempo.

Tal como nos lo hemos encontrado, nuestro mundo global es una rueda inmensa que mantiene el equilibrio gracias a la rapidez del giro. Como las primeras bicicletas, si se para pierde el equilibrio. Ahora que se ha ralentizado tanto, nadie duda de que se volverá a poner en marcha. Las cuestiones que más preocupan son las mencionadas. Cómo. Cuándo. La confianza en el largo plazo no basta para disipar los temores en el futuro inmediato y a medio plazo. Quien cuente el lapso por meses, que no busque optimistas, porque lo máximo que pueden encontrar son administradores profesionales de confianza hipodérmica o previsiones de buenas perspectivas demasiado vaporosas.

El peligro de este acelerador llamado 'helicopter money' es que la gente se lo guarde, atemorizada y por si acaso, en vez de gastárselo. Con muchos menos muertos, es lo que hacen multitud de chinos. El retorno de la rueda a la velocidad de crucero se prevé lento, progresivo, empinado, si no es que el empuje repentino de una vacuna o medicina segura la acelere, tal vez de manera prodigiosa, incluso excesiva. Mientras tanto, la confianza costará mucho de reimplantar. Casi todo el mundo da por supuesto que algún día las bolsas remontarán mientras baja el paro y las sonrisas no forzados se generalizarán. Supongámoslo.

Los cambios reales de la sociedad

La otra gran cuestión que pone en duda el título de estos breves y esperamos que no muy desenfocados párrafos se refiere a los cambios reales de la sociedad. ¿Habrá un descalabro? ¿La crisis económica, y más aún la social, comportarán nuevas conciencias y fórmulas encaminadas a construir un mundo más justo (o aún más desequilibrado)? Por muy desarrolladas que estén las mal llamadas ciencias sociales, y nadie osaría afirmar que llegan a la fiabilidad de las biológicas, y ya vemos cómo andamos de medio desnudos frente al virus, cualquier previsión solo puede basarse en deseos o en especulaciones particulares. No hay base alguna, no es posible todavía señalar síntomas en un sentido u otro.

Los binomios estabilidad-transformación y reformas-revolución, han resultado siempre de mal predecir. Las convulsiones sociales no surgen de repente y sin previo aviso como la erupción de un volcán, pero la historia enseña que la raya que va del mantenimiento del estatus quo a su derrumbe es tan delgada y depende de la intersección de tantos y tan diversos factores, que lo máximo que se puede hacer a escala humana es empujar cada cual en la dirección que desee, unos para que todo vuelva a ser como antes, otros para que empeore la vida de los muchos en beneficio de los que ya van más que sobrados y los más acá porque uno o varios cataclismos sociales lo impidan.

Según Chateaubriand, tanto los filósofos griegos como los enciclopedistas franceses estaban en contra de sus épocas, con los resultados conocidos de vuelco del orden. Quizá nos acabaremos quedando como estábamos porque hoy en día no hay pensamiento sólido lo bastante en contra de la nuestra.