La reconstrucción

Empleo para todos

Podríamos compartir el trabajo entre los desempleados recientes, de manera que puedan trabajar todos a tiempo parcial, asumiendo el Estado una prestación complementaria

Tiendas de barrio cerradas en una calle del centro de Barcelona, el pasado 31 de marzo

Tiendas de barrio cerradas en una calle del centro de Barcelona, el pasado 31 de marzo / periodico

Jordi Alberich

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Lo sucedido estas semanas recuerda en cierta manera a un terremoto, aquel fenómeno inesperado que, en un breve lapsus de tiempo, causa unos destrozos muy severos. Tras el seísmo, aún temerosos de nuevas réplicas, los ciudadanos retoman la calle, anonadados por los estragos y dispuestos a la recuperación de lo descompuesto.

En nuestro caso, superados los peores momentos del covid-19, y a medida que retornemos a la movilidad perdida, iremos descubriendo una destrucción que, sin ser aparente como la de un terremoto, no es de menor gravedad. No se trata de reconstruir edificios e infraestructuras, pero sí de abordar un <strong>hundimiento histórico de la ocupación</strong>, y un extraordinario deterioro de los colectivos en riesgo de exclusión, ciudadanos que ayer aspiraban a salud y educación, y hoy se conforman con comida y alojamiento.

Retomando el ejemplo del terremoto, ante un edificio destruido, que ya presentaba carencias previas, la reconstrucción no se limita a recuperar la fisonomía previa, sino que pretende, a su vez, solventar esas insuficiencias que ya se daban. Con esta misma actitud, debemos abordar la recomposición social y productiva, especialmente en el ámbito del empleo.

En pocas semanas hemos transitado de los tres millones de desempleados del mes de marzo a los cerca de diez de hoy, si les sumamos los desempleados de abril, los afectados por ertes y los autónomos que se han quedado de brazos cruzados. Así las cosas, nos encontramos con que más de seis millones de personas han salido del mercado laboral y que, de estos, la mitad puede no reintegrarse con normalidad a sus puestos de trabajo, una vez finalice el estado de alarma. Es razonable pensar que unos tres millones recuperarán el empleo, mientras que una cifra similar deberá recurrir a algún subsidio por desempleo.

Ante este contexto, deberíamos aprovechar las circunstancias para reconstruir el empleo de otra manera. Por ejemplo, procurando compartir el trabajo entre los desempleados recientes, de manera que, simplificando, puedan trabajar todos a tiempo parcial, asumiendo el Estado una prestación complementaria. Para las cuentas públicas, representaría un coste similar la totalidad del subsidio para tres millones de desempleados, que la mitad del mismo para complementar a seis millones de trabajadores a tiempo parcial. Con esta fórmula, todas las personas seguirían ocupadas, con lo que ello representa para su empleabilidad y para su misma dignidad y estima.

Además, disponemos de una gran ventaja, pues no se trata tanto de experimentar como de aplicar lo que ya está funcionando en Alemania: la combinación de trabajo a tiempo parcial y subsidio público complementario, para hacer frente a situaciones como la que se nos avecina. Además, ante la batalla de las ideas que va emergiendo con toda intensidad, quizá conviene mirar de una vez hacia el modelo alemán de base industrial, en vez de a ese neoliberalismo de corte anglosajón, cuyas enormes fragilidades se han visualizado con toda crudeza ante la pandemia que nos azota.