Tribuna

Reinventar el futuro requiere colaboración

El camino hacia la solución de los grandes retos a los que nos enfrentamos exige el esfuerzo, conocimiento y capacidades de muchos, de todos, de pensamientos e ideas diversas y distintas.

Sant Boi se adhiere a la Red Española de Ciudades Inteligentes con el objetivo de seguir convirtiéndose en una 'smart city'

Sant Boi se adhiere a la Red Española de Ciudades Inteligentes con el objetivo de seguir convirtiéndose en una 'smart city' / RICARD CUGAT

Joan E. Ricart

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Antes del covid-19 el mundo, especialmente las ciudades, cambiaban a marchas forzadas, sin embargo, la llegada de la pandemia va a acelerar el ritmo de los cambios. Muchos factores, y muchas interacciones entre ellos, explican esos cambios: una rápida urbanización; una acelerada digitalización; una creciente importancia de la sostenibilidad; un redescubrimiento de la resiliencia, frente a las catástrofes naturales del cambio climático; frente a la pandemia; frente a los riesgos de cibernéticos…

Las ciudades, conscientes de estos cambios, se han convertido en centros de innovación y experimentación. La respuesta a estos retos ha tomado una etiqueta común, ser una ciudad 'smart', pero con un contenido muy distinto en cada caso. Un equipo de personas en el IESE llevamos tiempo estudiando estos cambios y hemos identificado los factores de éxito en esta respuesta 'smart'. Los resumimos apoyados en cada una de sus letras S-M-A-R-T para facilitar su memorización (en inglés):

-Strategy (Estrategia o Modelo de ciudad)

-Mindset (Modelo mental que debe cambiar; hacer cosas distintas o de distinto modo)

-Access (Acceso o voz a distintos stakeholders; involucración de agentes diversos)

-Relationship (Relaciones, o quizá más claro, colaboraciones a todos los niveles)

-Technology (Tecnología, esencial, pero es sólo un elemento más)

La nueva normalidad

Esta respuesta SMART conlleva una reflexión estratégica abierta a muchos actores y a nuevas formas de pensar, para crear visiones distintas de un futuro más sostenible, más resiliente, más adaptado a la nueva realidad, a esto que estos días llamamos la nueva normalidad. Ahora que tenemos la oportunidad de “crear” una nueva normalidad (quizá forzada), ¿vamos a mantener los errores del pasado?, o ¿vamos otra vez a disfrutar de un presente a costa del futuro de las generaciones que nos siguen?

Esta reflexión estratégica pendiente se acelera hoy y hemos de ser capaces de hacerla realidad, de ejecutar esta estrategia con efectividad y eficiencia. Y aquí entra la importancia de colaborar y la relevancia de la tecnología.

Nos enfrentamos a grandes retos, grandes problemas, difíciles, complejos, inciertos, cuya solución ciertamente desconocemos. El camino hacia la solución requiere del esfuerzo, conocimiento y capacidades de muchos, de todos, de pensamientos e ideas diversas y distintas. Hemos de contrastar perspectivas, ideas e incluso ideologías distintas. No podemos depender de un único experto para que nos resuelva el problema, le necesitamos, sí, pero trabajando codo con codo con otros expertos que piensan distinto. Juntos en la diversidad hemos de co-crear la solución. No hay otro camino.

Este tipo de colaboración requiere trabajar en equipo siendo difícil establecer reglas claras de cómo y a cambio de qué colaborar. Los economistas hablamos de contratos incompletos. Son situaciones que, más allá de los marcos legales necesarios pero insuficientes, requieren mecanismos de gobernanza sofisticados para evitar abusos, para hacer posible la colaboración, para avanzar en un mismo objetivo, pero incluyendo la diversidad. Marcos de gobernanza que requieren, por encima de todo, confianza. Gracias a la tecnología, con las conexiones actuales podemos colaborar grupos más diversos, más dispersos, y así afrontar retos más ambiciosos.

Por otro lado, si algo nos ha enseñado esta pandemia es que la confianza, la solidaridad, la voluntad de aunar capacidades y esfuerzos en resolver grandes retos está presente en las comunidades, en los pueblos, en los barrios, en las personas que tenemos alrededor. Y además algunas de estas comunidades son globales, extensas, cruzan fronteras y territorios; en definitiva, mayoritariamente las personas responden ante situaciones difíciles.

El desafío es lograr que confiemos en instituciones fiables, que nos den garantías y que trabajen para el logro del bienestar colectivo. No parece que la pandemia haya creado el mismo entorno de confianza en la respuesta de esas instituciones. Quizá es hora de repensar algunas de estas respuestas, a todos los niveles, para que sean el catalizador y no el freno de la colaboración necesaria. Sólo así lograremos afrontar los retos que nos ha tocado vivir. Quizá así, el resultado de la pandemia sea a largo plazo un mundo diferente pero mejor para nuestros hijos.

Profesor del IESE Business School.