Los otros costes de la pandemia

Más allá de la crisis y los muertos, la pandemia amenaza con afectar la salud mental de la población y acentuar la desigualdad de género

Sanitarias lloran la muerte de un compañero por coronavirus en el Hospital Severo Ochoa de Leganés

Sanitarias lloran la muerte de un compañero por coronavirus en el Hospital Severo Ochoa de Leganés / periodico

Judit Vall

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Si bien la mayoría del personal médico está de acuerdo en calificar la situación actual como de calma relativa en comparación con las semanas anteriores, seguimos contando todos los días las personas que fallecen a causa de las complicaciones de la COVID-19, así como los nuevos casos positivos.

Indudablemente, los costes más importantes que dejará la pandemia son, a corto plazo, las vidas humanas perdidas; a medio plazo, la enorme crisis económica que ya tenemos encima. Según los datos del Ministerio de Sanidad, desde el inicio de la pandemia y hasta el último día de abril, ha habido en España 213.435 casos de COVID-19 (confirmados por PCR) y 24.543 fallecidos. Por lo que respecta al efecto económico, según el Banco de España se presentan tres escenarios de crecimiento del PIB para 2020 en función de la duración y la intensidad del confinamiento: en el caso más optimista, la tasa media de crecimiento anual del PIB será del −6,6 %; en la hipótesis más pesimista, dicho parámetro alcanzaría el −13,6 % con algunas restricciones todavía vigentes a finales de año (en el sector de la hostelería y el ocio).

Ambos costes, las vidas y la crisis económica, se perfilan como los más visibles e importantes en términos cuantitativos y de afectación social. Sin embargo, hay una serie de costes menos conspicuos cuya relevancia será patente en unas semanas, o meses, y sobre los que conviene reflexionar.

En primer lugar, los efectos en la salud mental de las personas que trabajan en el ámbito sanitario, expuestas a una presión inusitada y a una carga laboral ingente; y no menos preocupante serán las repercusiones psicológicas para la población confinada. Existen estudios de pandemias anteriores (SARS, Ébola) en los que se demuestra que los periodos de confinamiento resultan en afectaciones notables sobre la salud mental de la población, como el aumento de cuadros de estrés postraumático y depresión. Según una parte importante de dichos estudios, las secuelas se mantienen a medio plazo.

En segundo lugar, las tímidas mejoras alcanzadas durante los últimos años en favor de la igualdad de género van a sufrir un retroceso importante. Algunos estudios recientes muestran que la probabilidad de perder el trabajo durante el confinamiento es mayor para las mujeres que para los hombres. Al mismo tiempo, en los empleos relacionados con los sectores catalogados como esenciales, es más elevada la proporción de hombres. Por tanto, ellos siguen desplazándose a su lugar de trabajo y eso hace que la sobrecarga de las tareas domésticas por el cierre de los colegio la asumen en mayor medida las mujeres. Y, no hay que olvidar los dramáticos casos de las mujeres víctimas de violencia de género que están encerradas en casa con sus agresores.

Por último, algunos estudios muestran que la pérdida de clases durante tres meses (como mínimo) tendrá un efecto significativo y negativo en el aprendizaje de los niños, lo que se traducirá en salarios más bajos cuando entren en el mercado laboral. Esas consecuencias negativas afectarán de manera desigual a los niños en función del grado de compensación que puedan ejercer sus progenitores en casa.