La gestión política de la pandemia

Catalunya y la reconstrucción

Para tejer complicidades en la actual crisis del covid-19, hay que abordar en paralelo los problemas previos a esta

Ilustración de Anthony Garner

Ilustración de Anthony Garner / periodico

Joan Tardà

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Tan solo hace unas semanas el presidente Sánchez creyó que había encontrado la piedra filosofal con la que poder convertir una ocurrencia en solución al 'cul-de-sac' en el que se encuentra el Estado español en la actual coyuntura de crisis global a caballo de la pandemia. Se trataba de hacer posible un 'remake' de los pactos de la Moncloa firmados a finales de 1977 entre todas las fuerzas parlamentarias olvidando que si fueron posibles es porque previamente estas habían dejado resuelta buena parte de los problemas políticos heredados. Efectivamente, pocos días antes, el Congreso había aprobado la ley de amnistía de 15 de octubre con la que, a pesar de presentarse como ley de punto final que blindaba la impunidad de los responsables de la represión franquista y a la espera de la redacción de una Constitución que consagrara los derechos democráticos, los antifranquistas recuperaron la libertad. Sin la resolución del conflicto político el pacto hubiera sido imposible, hecho tan evidente que algunos opinadores y analistas progubernamentales en las últimas semanas, al ignorarlo, han provocado un cierto sonrojo.

Ante lo evidente, transcurridos pocos días, se abrió paso una nueva terminología, razón por la cual hoy acertadamente se habla de 'reconstrucción'. O sea, de la necesidad de interpelar a la sociedad y a sus representantes democráticos a aunar esfuerzos en pro de superar el escenario pandémico en el que las ya resquebrajadas paredes del Estado del bienestar amenazan ruina y, por ende, más dolor y más pobreza. De manera indefectible, pues, habrá que partir de la puesta en marcha de la resolución de los problemas previos en paralelo a los aparecidos como condición sine qua non para hacerla posible. O sea con, desde y para Catalunya. Y entre catalanes, también.

La responsabilidad ejercida estas semanas en el Congreso de los Diputados por Gabriel Rufián de manera activa, constructiva y propositiva, pero a la par crítica con el vergonzante oportunismo recentralizador, han legitimado aún más la exigencia de puesta en marcha de la mesa de diálogo y negociación comprometida entre los dos gobiernos porque solo desde el abordaje de los problemas al unísono se podrán construir las complicidades que requiere la propia reconstrucción. Deberíanse, pues, orillar por ineficaces aquellas propuestas del socialismo catalán tendentes a aparcar las demandas de buena parte de la sociedad catalana contenidas en el llamado 'procés' a la espera de una nueva coyuntura. Craso error, como prueba el hecho de que si bien oímos al 'vicepresident' Aragonès repetir el término 'reconstruir', a caballo del merecido éxito político que le ha reportado el hacer posible que la Generalitat goce por fin de nuevas cuentas, no pudo contar con el PSC a pesar de que aquellos que están situados a su izquierda sí los pactaron. Lo cual denota que todavía los parlamentarios comandados por Miquel Iceta no alcanzan a entender el sacrificio y la voluntad política que exige llenar de contenido el término 'reconstrucción'.

Al Gobierno español hay que reclamarle que, para no descarrilar, debe asumir las cuestiones pendientes relativas a los presos, represaliados y exiliados, así como su implicación en la búsqueda de una resolución pactada que pueda ser refrendada por la ciudadanía catalana a la par que se afronta cómo y de qué manera se encauza el terrible escenario social y económico abierto en el conjunto del Estado. Porque lo uno sin lo otro no será posible.

La mutación del 'procés'

Pero lo que debería concernir al Gobierno español debe reclamarse de igual manera a las fuerzas políticas catalanas en el Parlament de Catalunya. Y, en especial, a las independentistas, las cuales deberían tener voluntad de liderar la inevitable mutación del 'procés'. O sea metabolizar, cuando no enterrar, hojas de ruta hoy inviables, regates cortos del 'president' Joaquim Torra improductivos o pronunciamientos de algún 'conseller' de Junts per Catalunya, que además de avergonzar no contribuyen a la acumulación de fuerzas ni ayudan a avanzar en los terrenos compartidos con el resto de fuerzas políticas catalanas no independentistas.

En este sentido, debería tomarse en cuenta la posibilidad de que las fuerzas parlamentarias catalanas se comprometiesen a colaborar en el Parlament. Por una parte, en todo aquello que afecta a las políticas sociales y económicas de urgencia. Y, de otra, a no bloquearse recíprocamente las propuestas para la resolución del conflicto Catalunya-España. Dicho de otra forma: los unos participando en hipotéticas ponencias, aun no siendo autonomistas, propuestas por aquellos que aspiran a una mejora del Estatut o a un nuevo texto estatutario y, los otros, no siendo independentistas, participando en los trabajos de quienes planteasen propuestas, llámense ley de claridad o ley de referéndum.

Si ello ocurriera, ya andaríamos reconstruyendo y reconstruyéndonos.