Opinión | EDITORIAL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desescalada bajo control

Es de vital importancia mantener el optimismo a raya y asumir que un parón o retroceso entra dentro de lo posible, por lo que debe prolongarse el estado de alarma

Paseantes y deportistas toman la Rambla de Barcelona, este sábado, 2 de mayo, primer día de permiso durante el estado de alarma

Paseantes y deportistas toman la Rambla de Barcelona, este sábado, 2 de mayo, primer día de permiso durante el estado de alarma / periodico

Un tiempo primaveral saludó al primer día de alivio del confinamiento. Los más madrugadores pudieron aprovechar su franja horaria para salir a practicar deporte en solitario. También se sumaron aquellos que prefirieron pasear, solos o acompañados de otra persona con la que convivan durante la reclusión. En este primer tramo del día, de seis a diez de la mañana, se pudieron observar algunas imágenes que recordaron al domingo en que las calles se abrieron a niños y niñas. Como entonces, eran muchas las ganas de correr, de ir en bicicleta, de volver a ejercitar el cuerpo al aire libre, y no todas las calles son amplias avenidas ni todos los lugares son lo suficientemente extensos para contener un aluvión ciudadano. Aun así, a pesar de algunas excepciones, mayoritariamente se cumplió la distancia, que es la norma prioritaria de prevención.

Después de los deportistas, llegó la franja horaria de dos horas para los mayores y para las personas dependientes que necesitan ir acompañadas. Sin duda, el paseo fue un consuelo para aquellos que están sufriendo la pandemia de un modo especialmente severo, ya que los mayores de 70 años son uno de los colectivos más vulnerables. También en este caso cabe celebrar el cumplimiento masivo de las franjas horarias que permitió a los mayores pasear sin exponerse al contacto de deportistas o niños.

Una suerte de lujo

En estas seis semanas de reclusión, actividades que formaban parte de nuestra vida cotidiana se han convertido en excepcionales. El paseo o el deporte son prácticas necesarias tanto para la salud física como para el bienestar mental, pero la reclusión las ha transformado en una suerte de lujo. Y es importante continuar considerándolas así. El virus sigue entre nosotros. Aunque las cifras denotan una mejoría, el número de contagios y el de defunciones siguen siendo inasumibles. En estos días, la fortaleza mental es imprescindible. Al principio del estado de alarma, la mayor dificultad fue la adaptación a una vida de reclusión social tan distinta a la habitual. Con la desescalada, es crucial no dejarse llevar por las ganas de acelerar un proceso que se presenta largo. Es de vital importancia mantener el optimismo a raya y asumir que un parón o un retroceso no entra dentro de lo imposible.

Al fin, más allá de las normativas que marca el Gobierno, se trata de un tema de responsabilidad propia y de conciencia. Solo estamos disfrutando de medidas de alivio, muy lejos de la normalidad añorada. El riesgo a un incremento de casos es real. Resulta tan imprescindible el rigor en el cumplimiento de las medidas de higiene y distancia, como la flexibilidad para adaptarnos a cualquier cambio que pueda producirse.

La pandemia aún no está controlada. Por ello, el estado de alarma debe prolongarseNo hay alternativa posible. Ante posibles tentaciones políticas de mercadear con la situación, solo cabe apelar a la responsabilidad colectiva. Ni podemos arriesgarnos a cometer errores ni los ciudadanos se merecen añadir los males del partidismo a un momento de extrema gravedad. Pero una prolongación del estado de alarma no es sinónimo de cerrazón. Al contrario, sería deseable que el Gobierno reforzara el diálogo, tanto con la oposición como con las comunidades autónomas. Las particulares deben escucharse y responderse.

Queda un largo camino por recorrer pero, al igual que cabe ser precavido, también hay espacio para la esperanza. Disfrutar de las calles, aunque sea con franjas horarias y sujetas a normas especiales, es un paso adelante. También lo es ver que vuelven a poblarse de personas de todas las edades, que los pasos ya no son solo para ir a hacer gestiones imprescindibles o acudir a trabajar aquellos que no pueden hacerlo desde casa. Oír las voces de los niños o volver a ver algunos bastones por la calle son imágenes de una vida que, lentamente, vuelve a imponerse.