Comercio, ocio y turismo seguros

Lo urgente ahora es evitar el pánico

Tenemos que consumir para evitar la deflación, que es el escenario peor

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zentauroepp53290097 opinion leonard beard200501152603 / LEONARD BEARD

Antón Costas

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Como habrán tenido ocasión de leer o escuchar, el PIB de la economía española ha caído un 5,2% en el primer trimestre. El empleo ha sufrido un impacto similar: el número de ocupados, tanto asalariados como autónomos, ha caído en 578.300. Lo mismo ha ocurrido en otras economías como la francesa, la alemana, la norteamericana o la china. En el segundo trimestre ocurrirá algo similar, porque en abril y mayo las economías seguirán aún afectadas por el cierre. Y la previsión del Gobierno es una caída del 9,2% al cabo del año.

Las comparaciones con etapas pasadas son inadecuadas. Recordar ahora que caídas trimestrales de esa magnitud solo se habían producido durante la guerra es mezclar churras con merinas. Las cifras son similares, pero las realidades económicas, sociales y políticas son totalmente diferentes. Ahora somos más ricos, tenemos amortiguadores para contener el golpe y capacidades para remontar el vuelo. A diferencia de las bombas en una guerra, el virus no ha destruido riqueza (edificios, fábricas, carreteras, puentes, vías férreas), y esto hace más fácil la recuperación.

Lo urgente ahora es evitar el pánico y mantener la calma. El pánico podría empeorar las cosas, provocando una deflación, que es el peor escenario. La metáfora del avión puede ayudarnos a comprender por qué cae la economía y el riesgo de deflación.

La economía es como un avión que tiene tres motores. Dos están en las alas. Uno es el sector privado, el consumo de las familias y la inversión de las empresas. Otro es el sector público: el gasto y la inversión de los gobiernos. El tercer motor está en la cola: es el sector exterior, lo que nos compran otros países.

Hasta hace dos meses esta 'economía avión' volaba razonablemente. De pronto, una especie de invasión de extraterrestres invisibles cayó sobre China y bloqueó su economía. Las cadenas globales de suministro se cortaron. Muchas empresas tuvieron que cerrar. El motor de cola se gripó.

Para evitar que ese virus contagiase a sus países, los gobiernos cerraron las fronteras y pararon sus economías. Muchos trabajadores se quedaron sin empleo y las empresas sin clientes.  El motor del sector privado también quedó al ralentí.  

Afortunadamente, los gobiernos actuaron con sentido común. No desactivaron el motor del sector público, como si hicieron en 2010 con la llamada 'austeridad fiscal'. Ahora, por un lado, los gobiernos se han convertido en pagadores últimos, 'nacionalizando' las nóminas de las empresas obligadas a cerrar y dando ingresos a las familias. Por su parte, los bancos centrales están actuando como prestamistas últimos, como 'bancos de sangre' que hacen transfusiones de liquidez a las empresas. Están actuando como paracaídas que evitan la caída libre de la economía.

Naturalmente, el gasto público aumenta. Y como los ingresos fiscales caen, el déficit y la deuda pública se disparan. Si los gobiernos entrasen en pánico, entonces sí que la economía entraría en caída libre, se estrellaría contra el suelo y no podría remontar el vuelo durante mucho tiempo. Los gobiernos y los bancos centrales deben continuar haciendo lo que hacen aún mayor agresividad. El aumento del déficit y de la deuda no es estructural, sino de una sola vez. Cuando la economía vuelva a crecer será el momento de reducirlos.

Algunos temen que este aumento del gasto de los gobiernos y del de dinero del BCE pueda provocar inflación. No puede descartarse, pero es improbable. Ahora el riesgo es la deflación. Especialmente si el pánico afecta a los hogares. Si decidieran dejar de consumir, la economía se encogería como un acordeón. La macroeconomía es fácil de entender: lo que unos gastan (las familias) es lo que otros ingresan (las empresas y los empleados). Si los primeros dejan de gastar, los precios de los bienes que producen las empresas caen, lo mismo que el de las viviendas que tenemos en propiedad, empobreciéndonos. Eso es la deflación: una caída generalizada y sostenida de todos los precios.

Los economistas sabemos que salir de una deflación es más difícil que frenar una inflación. Lo explicamos con la metáfora del caballo: es fácil retirarlo del abrevadero, pero muy difícil obligarle a beber. Como nunca he tenido un caballo, no he podido comprobarlo. Pero el corolario es que tenemos que consumir para evitar la deflación, que es el escenario peor.

A los virus no se les derrota, se les combate adaptándonos a vivir con ellos de forma segura. ¿Recuerdan la campaña contra el sida?: 'Sexo seguro'. La vida ha de continuar. No podemos entrar en pánico: ¡Contra el Covid-19, comercio, ocio y turismo seguro!

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