Pactos ante la crisis

Por unos acuerdos de Sant Jaume

Si en algún momento concreto está justificada la apelación a la unidad es justamente en contextos como estos

Opinión Leonard Beard

Opinión Leonard Beard / periodico

Carles Campuzano

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La magnitud de la crisis sanitaria que estamos sufriendo y la magnitud de la crisis económica y social que tendremos que afrontar son de dimensiones históricas. Con consecuencias que durarán en el tiempo y en las que las respuestas y soluciones que damos a escala europea, española y catalana determinarán el sentido de nuestras vidas y nuestras sociedades. Y si en algún momento concreto está justificada la apelación a la unidad es justamente en contextos como estos. No es tiempo de partidos, ni de partidismos, ni de cálculos electorales pensando en el desgaste del adversario o en especular con una hipotética ventana de oportunidad para imponer un determinado programa de máximos. Tengo la impresión de que la mayoría de la sociedad se mueve en esta dirección; más que polémicas públicas, rencillas partidistas, confrontaciones institucionales, traspasarse las responsabilidades de unos hacia los otros, la gente espera de los gobiernos y las oposiciones respuestas claras, cooperación y colaboración entre instituciones, soluciones eficaces a los problemas, asunción de errores cuando convenga, capacidad de diálogo y entendimiento con la sociedad en cualquier caso y, sobre todo, empezar a trazar los caminos compartidos que tendremos que recorrer durante los próximos meses si queremos salirnos de esta.

Hoy no es fácil gobernar de manera constructiva ni tampoco hacer de oposición de forma responsable. Nuestro sistema político, tanto a escala española como catalana, hace tiempo que está estropeado; la polarización y la crispación parecen haberse convertido en el estado normal de la política y la lógica de la competencia feroz sin concesiones hace tiempo que se ha impuesto a la lógica de la cooperación para afrontar los problemas comunes.

Y hoy, ante la pandemia del coronavirus, esto es imperdonable. Se impone un cambio de mentalidad si aspiramos a no volver a perder otra década, con un enorme sacrificio para cientos de miles de familias. Un cambio de mentalidad que pase por saber construir un programa de reconstrucción de la economía y la sociedad ampliamente compartido.

Apuntaba hace unos días en Miquel Roca, en un escrito en un diario de Barcelona, que la principal responsabilidad política es la de priorizar. Muy cierto. Gobernar es el arte de priorizar. Y priorizar en los tiempos que nos toca vivir exige pactar agendas, recursos, ritmos y calendarios y compartir el desgaste que a corto plazo supone siempre decidir en la medida en que en la decisión está también la decepción. Gobernar no es repetir la lista de las legítimas reivindicaciones de todos los sectores ni exhibir un catálogo de las mejores medidas teóricas posibles a implementar ni tampoco un ejercicio bienintencionado de 'benchmarking' internacional; y es que estas gesticulaciones retóricas quizás esconden a veces impotencia e incompetencia en el momento, justamente, de tomar decisiones.

En Catalunya se imponen unos Acuerdos de Sant Jaume, para la reconstrucción económica y social del país, que comprometan al Govern y a la oposición, que impliquen a las organizaciones empresariales y sindicales, las instituciones locales y el Tercer Sector, como mínimo .

Un programa de reconstrucción que dé respuesta a emergencia social, que proteja a los más frágiles y vulnerables y que a la vez impulse la actividad económica y el mantenimiento y la creación de empleo, que es el elemento articulador de la cohesión social. Y un programa que necesariamente deberá ser ambicioso en su voluntad reformista y reformadora para afrontar algunas de las graves carencias de nuestro país en términos de competitividad y productividad si no queremos ser para muchas décadas un país 'low cost'; que significa también un país más desigual y fracturado; y es que competitividad y productividad son la garantía del bienestar, la igualdad social y la prosperidad a medio y largo plazo de cualquier sociedad. Un programa que en la medida en que el autogobierno de Catalunya no dispone de todos los instrumentos necesarios deberá tener toda la inteligencia, la fuerza y la voluntad de intervención posibles en Madrid y Bruselas para defender las prioridades compartidas de la sociedad catalana en las agendas españolas y europeas. No se trata de renunciar a nada, a ninguna de nuestras aspiraciones, sino de fortalecer el autogobierno y las instituciones.

El país de antes del coronavirus necesitaba un 'reset' muy a fondo para superar la fractura política que nos paralizaba ante los grandes desafíos colectivos. El país del día siguiente del coronavirus aún nos lo exigirá con más insistencia y urgencia. No vale distraerse. Toca acordar en la plaza de Sant Jaume para rehacer el país desde la esperanza.