La clave

Cosas que van y vuelven

La historia la imaginamos siempre lineal, pero podría ser cíclica

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Albert Sáez

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Explicamos la historia, habitualmente, de manera lineal. La realidad la dibujamos como una trayectoria desde el pasado hacia el futuro. El presente, casi no existe. Pero, presuntamente, siempre avanza en la misma dirección. Hay versiones alternativas, Giambattista Vico, por ejemplo, defendió que la historia es cíclica. Una visión más próxima a la de las culturas orientales. Sea como sea, lo vintage siempre tiene tirada. La convulsión subsiguiente a la pandemia del coronavirus y del confinamiento universal nos devuelve a prácticas que parecían superadas para siempre. Por ejemplo, hablar desde el balcón o la ventana con la gente de la calle. Esa costumbre de cuando algunos éramos pequeños, anterior al móvil, renace como forma de relación en tiempos de "distancia social" porque la comunicación a través de la pantalla nos ayuda pero también nos cansa. Vuelve también el aprecio por la proximidad, que ya era latente en la alimentación con el concepto de kilómetro cero, pero que ahora se extiende al de "industria nacional" que no se oía desde que ingresamos en la UE. Vuelven hasta Los Manolos, pero también Los hombres de Paco

Y, al mismo tiempo, mucho de lo que nos parecía que había llegado para quedarse, ahora se diluye como el azucarillo en el café. La deslocalización nos hizo pensar que vivíamos en un mundo globalizado cuando, de hecho, solo creamos un inmenso parque industrial con mano de obra barata en el sudeste asiático o en el norte de África para producir aquello que nos parecía que tenía menos valor. Pero, ahora, se ha vuelto tremendamente valioso. Por ejemplo, las mascarillas quirúrgicas o las batas desechables de hospital. Para seguir comprándolas en China deberemos sumar al precio el coste del riesgo de quedarnos sin ellas. Y, entonces, igual no sale a cuenta deslocalizar. Un razonamiento que se extenderá a otros ámbitos. Llegan nuevos aranceles impuestos por el riesgo derivado de las pandemias. Y se van muchas más cosas, por ejemplo, vinculadas a la vida social, desde las presentaciones a las reuniones y convenciones. O la información de marca blanca, sin una organización editorial que la avale. La realidad viene y va. A menudo de manera imperceptible, hasta que llega una gran convulsión.