Los otros 364 días
Este Sant Jordi nos ha permitido captar un entusiasmo, pero también la fragilidad de un sector que depende demasiado de un solo día
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Ya pasó el Sant Jordi más extraño. Durante siglos las redes sociales guardarán el testimonio de un Día del Libro diferente, confinado, con cientos de conversaciones y vídeos en los que algunos recomendábamos títulos que se podían comprar a distancia, pero no hojear ni recibir firmados por el autor. Yo mismo grabé seis de esos videos, moviéndome por toda la casa para no repetir decorado. Lo cierto es que los escritores, libreros, editores, gestores culturales y algunos lectores ávidos hemos actuado como una reserva india que no sabe que lo es: como si fuéramos el centro del mundo y hubiera una multitud pendiente de lo que decíamos. La voracidad con que llenábamos el vacío de este Sant Jordi, recomendando que la gente comprara libros -y sobre todo los comprara en las librerías de barrio- llevaba a pensar que la pandemia también nos obligaba a empezar de cero.
La realidad es que todos tenemos libros pendientes de leer, y está bien que así sea, pero el Sant Jordi es otra cosa. Me di cuenta porque a media mañana las plataformas de Filmin y HBO me mandaron un correo electrónico en el que se sumaban a la fiesta destacando películas basadas en grandes novelas. En lugar de incentivar la lectura, hablando por ejemplo de libros alrededor del cine o las series, proponían sustitutos. Lo cierto es que la lectura -y la cultura que se obtiene leyendo- para mucha gente ya no es un reclamo, es sólo una excusa para salir a celebrar algo. La diferencia es que este año la excusa iba desnuda, por eso los esfuerzos de tanta gente para reducir, también económicamente, el descalabro.
Este Sant Jordi nos ha permitido captar un entusiasmo, pero también la fragilidad de un sector que depende demasiado de un solo día. ¿Cómo se puede conseguir que el interés de unos cuantos sea el interés de muchos? Repitámoslo. Más allá de las medidas excepcionales, sería necesario que los gobiernos invirtieran más en buscar una normalidad cultural -el famoso dos por ciento- a todos niveles y sin excusas. Podemos recomendar libros, claro, pero es más importante que se conviertan en una presencia continuada los otros 364 días del año.
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