Tecnología inclusiva

Si lo digital fuera hoy (realmente) universal

La brecha entre quién puede hacer una videollamada y quién no se suma a las fronteras de la exclusión y el aislamiento

Dos niños hablan con sus abuelos por videollamada en A Coruña.

Dos niños hablan con sus abuelos por videollamada en A Coruña. / periodico

Liliana Arroyo

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Vamos a la cola del supermercado esporádicamente con la precaución de mantener la distancia física de prevención, pero cuando volvemos a casa nos sumergimos en la intensidad digital. Las redes en tiempos de confinamiento son la ventana abierta al mundo, la bomba de oxígeno y el lugar donde cuidar y mantener nuestros vínculos. Ninguna plataforma podría haber soñado con mejor experimento social para acabar de convencernos de las bondades de vivirnos a través de las pantallas. Es a la vez una prueba de fuego para las infraestructuras telecomunicativas que, de momento, aguantan una demanda creciente. Lo es también para nuestras microestructucturas: parejas, familias, criaturas y rutinas establecidas.

A ratos me siento afortunada por vivir en un piso con buena conexión y mejor compañía, aunque agradezco tener más de una habitación para poder sumergirme a ratos en mí misma, sin oír otra respiración junto a la mía. Eso me alienta en los momentos de más desazón, pero no me alivia la preocupación por aquellas personas cuya distancia está en lo social y también en lo digital.

Diseños con prejuicios

En mitad del agobio, la memoria me transporta a una tarde de finales de febrero. Salía del auditorio de la ONCE en la Gran Via de Barcelona convencida deque necesitamos más ponentes como Joan Pahisa. Tras un aluvión de humor repleto de situaciones absurdas y sus estrategias para vivir a diario en un mundo que no le tiene en cuenta, lo mejor de su charla fue convencernos que aún estamos a tiempo de evitar que los móviles sean las barreras arquitectónicas del siglo XXI. Sabe tanto de tecnología como de accesibilidad y lidera la I+D en la fundación. Me pregunto cómo estará viviendo el confinamiento alguien que en su día a día necesita una muleta para llamar al ascensor porque los botones piensan en una estatura media de metro ochenta.

En lo digital ya somos conscientes de que los aparatos y los algoritmos tienen los mismos prejuicios que la gente que los diseña. Durante mucho tiempo han sido hombres jóvenes blancos que ven, oyen, andan y se relacionan sin dificultad. Nos entró la risa tímida cuando Joan preguntó a quién le echaremos la culpa en unos años, cuando seamos mayores, con los sentidos menos agudos y no podamos usar la tecnología que hoy hemos diseñado para personas 'normales'. Ahí nos asomamos a darnos cuenta de que el privilegio de ser “como la mayoría” en realidad nos ciega la empatía.

Y ahora, en tiempo de aceleración digital de empresas y hogares, la brecha entre quién puede hacer una videollamada y quién no se suma a las fronteras de la exclusión y el aislamiento. Ojalá hubiéramos entendido antes que no solo hay que inventar cosas nuevas, también hay que asegurar que todo el mundo puede beneficiarse de las que ya existen. Joan habló de convertir el diseño universal en una premisa.

Lo primero es cambiar el paradigma estrecho por una mirada que entienda la accesibilidad como algo transversal, superando la noción de adaptar un producto o servicio para substituir esa habilidad que supuestamente falta. Decía Joan que la tecnología nos permitirá ampliar capacidades, las que sean y para cualquiera. Sacudía así el imaginario que considera la discapacidad un sinónimo de persona incompleta o menos valiosa. Y para llegar ahí hace falta pensar desde y con la diversidad, invitar a personas muy distintas a trazar el primer croquis, en lugar de seguir pensando en una 'normalidad' concreta y finita a la que hay que añadirle adaptaciones después.

A sabiendas de que entre el público de la Mobile Week había representantes del sector privado, Joan habló también de lo rentable que puede ser aplicar estos principios del acceso universal desde la ideación. Por ejemplo: plantear un acceso multimodal (que puedas elegir si lo haces por tacto, por voz o con pictogramas) implica que encarece un poquito más al inicio pero también te permite acceder a un mercado que, según él, todavía no está explotado. Ojalá este periodo sirva para activar la carrera empresarial por ser pioneras en inclusión.

Los aplausos duraron mucho más de lo que Joan tardó en bajar con su silla de ruedas usando la rampa delantera, una diagonal perfecta que cruza el primer plano del escenario. Un ejemplo de que la inclusión no está reñida con el diseño ni la funcionalidad. Solo se trunca con la rigidez de pensar como siempre, aunque nunca haya sido lo mejor.