El día del libro

Sant Jordi ante el espejo

Ni el sector ni la administración estábamos preparados para algo así. La falta de apoyo estructural, de creer de verdad que el gasto en cultura es una inversión y que hay que dotarla de recursos nos ha llevado hasta aquí

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Núria Iceta

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Ante tanta incertidumbre, solo puedo hacer una afirmación con rotundidad: la pandemia nos ha dejado sin uno de los días más intensos del año. Por si se nos había olvidado con estos casi 40 días de confinamiento, el año pasado salieron a las calles de Barcelona más de un millón de personas, se vendieron 1,64 millones de libros y se facturaron 22,16 millones de euros. Estamos hablando de la fiesta del patrón de Catalunya, del día del libro y de la rosa, y también de eso, claro. Para el sector editorial es EL día del año, no solo por estas magnitudes, sino porque es el día en que el contacto entre autores, libreros, editores y lectores registra más intercambios en todos los sentidos. Es un día de fiesta, de calle, de besos y abrazos que deja boquiabierto a cualquiera. También es un día agotador, con una jornada maratoniana de pie cuando no acarreando libros, mesas y sillas, con un 90% de sonrisas y un 10% de palabrotas.

Ante un abismo de esta magnitud, es difícil mantener la calma. Ni el sector ni la administración competente en la materia estábamos preparados para algo así. No tenemos suficiente músculo. No somos Alemania, ni Francia, ni Holanda. Que la voracidad de las noticias y la tragedia de muchas familias no nos haga olvidar que hace cuatro días estábamos reclamando el 2% del presupuesto de la Generalitat para cultura y que ahora, si en algún día de estos el Gobierno logra aprobarlos, no llegará al 1%. El 'hacer como si' de este país nuestro y la falta de apoyo estructural, de creer de verdad que el gasto en cultura es una inversión y que hay que dotarla de recursos nos ha llevado hasta aquí. También Sant Jordi nos ha puesto delante del espejo.

Desde todos los eslabones de la cadena del libro, y después de unas semanas de mirarnos unos a otros desconcertados, nos hemos movido en todas direcciones, a veces dando palos de ciego, pero nos hemos arriesgado y creo que el gesto se nos ha valorado. Pero también hemos creado una confusión formidable (una muestra de la diversidad y no del caos del sector, si se quiere). Este activismo también esconde una falta de planificación y coordinación endémicas y el inevitable sálvese quien pueda del barco que se hunde. Después del 23 vendrá el 24, y será el momento de agendar tantos cafés pendientes, tantas conversaciones aplazadas, de coger papel y lápiz, de quitarnos las caretas del "todo irá bien" y de hablar del futuro. Porque no debería haber nada de nada de lo que hemos hecho hasta ahora como sector que debiéramos repetir sin haber respondido a la pregunta de si se puede hacer de otra manera y mejor.

Los problemas los sabemos, hace años. Las soluciones son diversas y nadie puede arrogarse el derecho de decir "yo ya os lo decía", pero hay que estar dispuesto a ser imaginativo, generoso, exigente, ambicioso y serio. Pensar en el conjunto, en las urgencias y en el largo plazo. Decía Josep M. Esquirol el otro día a Mònica Terribas que "hay que tratar de no aleccionar mucho sino en todo caso compartir experiencias". Me parece que deberíamos empezar por aquí. Pero mientras tanto, no dejéis de comprar ni un solo libro. A una librería, por supuesto.