CRISIS SANITARIA GLOBAL

El culo de Manolete

Reunión de Pedro Sánchez con los presidentes autonómicos

Reunión de Pedro Sánchez con los presidentes autonómicos / periodico

Josep Martí Blanch

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En España pasado el toro todo el mundo es Manolete. En Catalunya visto el culo nadie ignora si es macho o hembra. Dos formas de decir lo mismo aplicables al coronavirus. Vale para científicos y gobiernos. También para periodistas y tertulianos. Ahí está la hemeroteca para hacernos memoria.  Encontraremos al omnipresente Fernando Simón, la cara más conocida de la pandemia en calidad de director el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), explicando por qué España no debía preocuparse en demasía por los efectos del covid-19. Los archivos también nos regalarán las proyecciones fallidas de Joan Guix, secretario de Salut Pública de la Generalitat, que decía estar más concernido por la gripe estacional que por el coronavirus. Repasando portadas observaremos como de haber sido por el Ejecutivo catalán se hubiera celebrado con normalidad el Mobile World Congress o como, con el agravante de tener ya la pandemia en casa, el Gobierno de Pedro Sánchez no quiso renunciar a capitalizar políticamente las manifestaciones multitudinarias del día internacional de la mujer. Ni los ejecutivos autonómicos, ni el ministerio, compraron tests, ni mascarillas cuando el mercado internacional aún no se había convertido en un mar de piratas porque nadie previó lo que se nos venía encima. Empate en imprevisión.

Nos instalamos después en la gestión del descalabro. Y como los mínimos de lealtad institucional llevan años quebrantados era demasiado suponer que la previsión de unas decenas de miles de ataúdes fueran a recomponerlos. A Pedro Sánchez se le olvidó que la descentralización sanitaria es un hecho y quiso liderar en solitario la gestión de la pandemia. La mejor lección para las tentaciones separatistas era demostrar que la única vacuna eficaz contra la pandemia era la gestión centralizada y el patriotismo. Se le gripó el motor nada más arrancarlo. De haber preguntado quizás alguien le habría explicado que el Ministerio de Sanidad ni tiene ni los recursos ni el talento que sí acumulan las autonomías después de años de gestión descentralizada. También le habría venido bien una conversación con Angela Merkel, dado que Alemania es, de momento, uno de los países que mejor ha hecho frente a la pandemia. La canciller le hubiera explicado que sus teleconferencias con los presidentes de los lander son para discutir y decidir entre todos, no una simple convocatoria para leerles la cartilla, como sí hace Pedro Sánchez en sus misas matinales de domingo con los presidentes autonómicos. El resultado de este modo de actuar puede que acabe siendo nefasto para él. Haciéndolo así convirtió la Moncloa en la dirección a la que mandar todas las facturas políticas derivadas del desaguisado.

Por su parte, Quim Torra vio también la oportunidad política de recordarnos a cuenta de la pandemia cuán diferentes serían las cosas en la arcadia de la Catalunya independiente. Se trataba, y se trata, de buscarle el hígado al Estado de manera permanente a cuenta de desmarcarse de sus decisiones.

Así, en la primera fase del estado de alarma lo que decidía Sánchez era temerario por insuficiente (la Generalitat salvaría más vidas como mensaje implícito). En la segunda, suicida por precipitado (el mismo mensaje pero más mezquino: ponen la economía por delante de la vida) y llegados a la tercera de lo que se trata ya únicamente es decir primero lo que ya se sabe que Sánchez va a decidir sí o sí (dejemos que a los menores de edad les dé como mínimo la luz del sol, como primer ejemplo). Claro que todo esto no explica ni el desastre de las residencias de ancianos -hay ahí responsabilidades que deberán depurarse- ni el sinsentido del confinamiento de la Conca d’Òdena, utilizado como ejemplo de que el Govern sí se atrevía a hacer en su territorio lo que el Ejecutivo español no había osado a hacer con Madrid. Finalmente el confinamiento extremo se levantó sin acreditar que hubiese servido de nada. Puede que algún día los dirigentes políticos de la zona digan lo que de verdad piensan sobre ese experimento.

Caminamos ahora hacia escenarios de desconfinamiento lento y progresivo. Sánchez ha abierto la puerta a que, esta vez sí, pueda trabajarse teniendo en cuenta los matices y particularidades con los que la pandemia se manifiesta en cada zona geográfica. Sería, caso de concretarse, una demostración de sentido común que debiera a su vez corresponderse con una actitud también diferente por parte del Govern de Torra. Pero no hay por qué ser optimistas al respecto. Si hay una cosa a la que no hace falta verle el culo o dejar pasar el toro para adivinarle las intenciones es la política. Siempre son las mismas: ganar. Incluso con una pandemia de por medio.