Confusión

Lo que no sabemos

La duda es un ejercicio de responsabilidad y su ausencia, un desatino

Leonard Beard

Leonard Beard / periodico

Anna Cristeto

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No sabemos aún cuánto se alargará el confinamiento ni si el registro de contagios por coronavirus se acerca a la realidad. No sabemos el número exacto de fallecidos porque ni dentro ni fuera de España se contabilizan las muertes de la misma manera. Solo en Catalunya, por ejemplo, los decesos han alcanzado los 8.067 tras incorporarse los datos aportados por las funerarias. En China, epicentro del virus, oficialmente han perdido la vida 4.600 personas pese a superar los 1.300 millones de habitantes. Los guarismos no son ahora una fuente de certezas.

La ciencia no puede afirmar con seguridad si aquellos que superan la enfermedad adquieren inmunidad y qué memoria tendrán estos anticuerpos. Tampoco si con el invierno surgirán nuevos brotes o si más adelante aparecerán otro covids. A la espera de una vacuna, médicos y epidemiólogos estudian la posibilidad de dispensar un carnet a los que hayan vencido al virus. Cuestión espinosa es determinar si el miedo a infectarse es superior al de renunciar a la intimidad.

En el campo político, ignoramos los escenarios que se abrirán tras el verano. Es pronto para saber el impacto que el virus puede tener en la carrera por la reelección de Trump, en un país líder en contagios y con un mercado laboral en caída libre. En el Viejo Continente aún es pronto para comprobar la profundidad de la huella del euroescepticismo. La Unión ha superado un primer bloqueo pero deberá construir una estrategia más allá de la emergencia. Mientras, el FMI pronostica que la economía global vivirá su peor recesión desde la Gran Depresión, y habrá que ver si es posible una cooperación internacional frente a la pandemia.

En España, se desconoce la efectividad de las medidas económicas tomadas de urgencia por el ejecutivo de Pedro Sánchez con un sistema público cada vez más sobrecargado. No sabemos la repercusión política de las voces quejosas de algunas autonomías por sentirse más espectadoras que partícipes ni el impacto de sus críticas sobre unos eventuales acuerdos de reconstrucción. El PP de Casado rehúye un pacto que implique socializar los errores que atribuye a Sánchez, aunque está dispuesto a debatirlo en la arena del Congreso.

Las incógnitas sobrevuelan también la política catalana, hasta hace poco más pendiente de un adelanto electoral. Son tan pocas las certezas de esta crisis que sorprende la rotundidad de algunas afirmaciones. Si Catalunya fuera independiente lo hubiera hecho mejor, opina Joan Canadell, presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona. Oriol Junqueras también se expresa sin titubeos: el Estado español no sirve para la ciudadanía catalana porque es “desesperadamente ineficiente” y no gestiona con el objetivo de hacer frente a la crisis sanitaria sino desde la propaganda y la bandera.

La complejidad de la actual situación es campo abonado para la confusión. Es posible conjugar las propias convicciones con la certeza de que las respuestas no siempre están al alcance de médicos, científicos ni políticos desde el comienzo de una crisis. La filósofa Victoria Camps escribe que la duda es un ejercicio de reflexión necesario pero también una herramienta de responsabilidad. Su ausencia es un desatino.