Guion roto

El virus de la incertidumbre

Un día decidimos olvidar que el futuro es incierto: nos lo daban trazado

Un policía montado patrulla en los alrededores del Banco de Inglaterra.

Un policía montado patrulla en los alrededores del Banco de Inglaterra. / periodico

Josep Cuní

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'The Times', de Londres, saludó con optimismo la llegada de 1914. El referente periodístico auguraba una plena pujanza y depositaba su confianza en la vitalidad de la nación británica en todos los órdenes. Ni por asomo intuía que siete meses después se iniciaría la Gran Guerra de la que el Reino Unido sería actor principal. Le costaría 850.000 vidas directas más la terrible factura posterior. Humana, social, política y económica. Aquel tiempo de triste memoria también prometía seguir mejorando sustancialmente la vida cotidiana de Europa. Lo explicó el historiador Antonio López Vega en su libro '1914. El año que cambió la historia', publicado con motivo del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial. Se inspiraba en Stefan Zweig .

El 1 de enero de este 2020, el mismo periódico incidía en un saludo  igualmente esperanzador: «Gran Bretaña ve en el nuevo año una ola de optimismo». Y subrayaba que Boris Johnson «promete una década de prosperidad». El convertido en líder de los conservadores tras dirigir eficazmente la gran conspiración contra Theresa May había ganado las elecciones unos días antes. El 'brexit' se había consumado. Los partidarios de la ruptura con la Unión Europea, liberados, se las prometían muy felices. Todo parecía sonreírles. Como la empática imagen que ilustraba la portada de 'The Times'. Cara de chica joven, rubia, con una ligera prótesis dental y gafas de cartón alusivas al año que empezaba. Doses dorados, ceros plateados y una estrella en uno de sus extremos. Nadie auguraba que un virus se cruzaría en su camino. Ni el mismo Johnson que pocas semanas después y ante el anuncio de la epidemia, actuó con el mismo desprecio con que lo hizo Donald Trump. Y ahí están los dos. Viendo entre asombrados y superados como el destino les marca una ruta que nada tiene que ver con la que habían trazado. Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar.

Todo es ayer

Los analistas coinciden en que nada de lo previsto para el periodo actual va a poder llevarse a cabo. Las cifras, en permanente actualización, son dramáticas desde cualquier punto de vista. Humano, por supuesto. También las económicas, convertidas en la vigencia del lema de aquella añeja medalla del amor: 'Más que ayer, menos que mañana'. Catalunya se acerca peligrosamente a los 100.000 ERTE y supera cualquier antecedente. Las pequeñas y medianas empresas no vislumbran el final del túnel. Las grandes recortan. Se habla de desconfinamiento pero el ministro Illa insiste en los momentos difíciles que nos quedan. La OMS advierte a España e Italia que siguen en el ojo del huracán. Francia aumenta diariamente su preocupación y ni siquiera Alemania sabe a qué atenerse. Los pronósticos del FMI son devastadores. Boris Johnson ha tenido que vivir  la tragedia en su propia piel para darse cuenta del valor de su sistema público de salud (NHS), utilizado sin compasión como arma arrojadiza para su campaña personal. Y no para bien de la institución. Solo en Estados Unidos, en un mes, se han perdido 22 millones de puestos de trabajo. La máquina impresora de los cheques sociales no da abasto añadiendo la firma del presidente para que al receptor tenga constancia de quién se lo manda. Y se lo agradezca en las próximas elecciones que ya no otea con la confianza que le marcaban los balances económicos. Todo es ayer.

Un día, decidimos olvidar que el futuro es incierto por naturaleza. Nos lo vendían trazado. Y ahora, de golpe, descubrimos que aquella incertidumbre ha vuelto elevada a la enésima potencia. Y, como en la fábula, mientras perseguimos lo incierto, perdemos lo seguro.