Comparaciones odiosas
Las matemáticas de Merkel
¿Qué espectáculo están dando? O la crisis convierte a los políticos en adultos o nos vamos al garete
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Hubo un tiempo en el que estuvieron de moda los chistes que ponían en un brete a ciudadanos de diversas nacionalidades, una apretura de la que el español salía indefectiblemente airoso gracias a una mezcla de sal gorda, picaresca e ingenio. En el extranjero, por el contrario, daban la vuelta al calcetín con chascarrillos que, como este, incidían donde más duele: “Esto es un ingeniero español, uno inglés, uno alemán y otro francés, y va el español y dice: ¿Qué van a tomar los señores?” (ahora, con los bares cerrados, ni siquiera eso). También en una célebre serie inglesa, protagonizada por John Cleese, de los Monty Phyton, el camarero era torpe, barcelonés y se llamaba Manuel… Ay, las viejas chanzas. Resulta inevitable sentir cierto alipori al refrescarlas, la misma vergüenza ajena que a veces ocasionan las comparecencias del comité técnico de la crisis por el coronavirus, ruedas de prensa a menudo huecas, con sus contradicciones, sus medallas, sus naranjas y sus limones devueltos al dueño. Contrasta el surrealismo hispano con la precisión germanoriental de Angela Merkel, quien con una simple explicación matemática hizo entendible el impacto que tendría la pandemia sobre el sistema sanitario del país, según el ritmo de propagación del contagio.
Ahora bien, no nos engañemos: Alemania parte de otras condiciones para hacer frente al monstruo, con 25.000 camas de UCI antes del cataclismo -aquí había unas 4.400-, un potencial económico y un PIB bastante más holgado que los de España. Así nos han dejado los recortes, la austeridad y la pésima gestión. El país se aboca a una profunda recesión de la que no levantará cabeza a menos que la Bruselas avale los ‘coronabonos’ y el aumento de la deuda pública. No hay más tutía.
Habrá que hacer frente común en el sur y pelear duro. En casa habrá que apretar los dientes y llegar al consenso. ¿Qué clase de patio de Monipodio es este? ¿Qué espectáculo están dando? O la crisis convierte a los políticos en adultos o nos vamos al garete.
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