ANÁLISIS

El fútbol sin pelota

Cristian Tello celebra un gol con el Betis.

Cristian Tello celebra un gol con el Betis. / periodico

Antonio Bigatá

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Nunca habíamos estado tantos días sin partidos. Nunca es nunca. A los que no nos gustan los partidos viejos que sabemos quién gana no vemos los enlatados y estamos pasando una abstinencia total. Semanas y semanas sin ración, ni siquiera pequeñita, ni siquiera mala. Es como un verano eterno. Ni ver, ni saber que existen, ni leer crónicas....

Cuando era pequeño en el tiempo sin Liga había encuentros de calentamiento en los que tu equipo metía goleadas escandalosas a conjuntos 'amateurs' o mucho más malos. Eso consolaba y permitía hacernos ilusiones sobre lo que podría pasar cuando llegase la temporada de verdad. Luego se disputaban trofeos veraniegos para empezar a competir de mentirijillas con otros equipos buenos pero desentrenados y con cuadros locales medianejos que sabían el truco de que si corrían mucho podían ganarles la final y la copa, siempre enorme y siempre de plata, a los señoritos gandules que todavía estaban en sobrepeso. Actualmente, siempre con la televisión en directo, los gerentes ya le sacan a la pretemporada mucho dinero organizando campeonatos veraniegos amistosos para que veamos en acción, sin estar en forma y sin compenetración, a los fichajes, aunque los resultados no signifiquen nada. Visto con seriedad son unos timos, pero nos alivian de nuestro  mono. Pero lo de ahora es la nada de nada.

Cromos poco atractivos

La prensa confinada, pobrecilla, intenta compensarnos con un fútbol sin pelota. Pero los debates sin partidos resultan bastante aburridos , aunque Bartomeu les haya puesto  todo el picante que puede. Los periodistas se desesperan porque el fútbol  que deben retransmitir o explicar se apoya en unos cromos tan poco atractivos como Javier Tebas y Luis Rubiales que nadie desea tener en su colección personal. Ni tienen siluetas como para ponerse en calzón corto, ni inteligencia para centrar los temas con intención, ni siquiera labia para engañarnos cuando mienten. Solo chocan entre sí, se pegan codazos, zancadillean como si les entrenase Mourinho, pero son puro cerocerismo (y con los ceros a la izquierda). Dicen continuamente tonterías sobre un calendario inexistente que además tienen que ir retocando continuamente, hablan de cómo se saldará la actual temporada y como nos enredarán la próxima pero desconocen los datos. José María García en sus buenos tiempos habría dicho que son unos payasetes sin gracia. En lenguaje moderno podríamos decir que son como un virus, que creen que los desarreglos del virus de verdad son tan fáciles de arreglar como les resultó fácil a Blatter Platini organizar la votación para jugar la fase final del Mundial en Qatar el mes que sea y, naturalmente, ganando dinero.

El fútbol sin pelota tiene alicientes algo más curiosos. Por ejemplo, ver como por una vez les bajan los sueldos a los futbolistas en vez de subírselos o como pierden lastimosamente un año cuando su negocio personal consiste básicamente en envejecer lo menos posible. Por ejemplo, contemplar esa futura reaparición que les pillará desentrenados y menos compenetrados con sus compañeros. Por ejemplo, analizar en su momento si será verdad lo que nos han dicho sobre un replanteamiento económico general del fútbol para que en el futuro no sea exactamente lo mismo que conocemos.

Pasion enfriada

La cuestión de fondo será, sin embargo, comprobar si nuestro reencuentro con la pelota nos devolverá la pasión enfriada por el confinamiento. ¿Sentiremos lo mismo? ¿Continuaremos dándole al gol de Tello (de la cantera del Barça) al Real Madrid en el minuto 91 (en ese momento que tantas veces favorece a los blancos) todo el valor que le atribuímos cuando nos proporcionó la diferencia de puntos que nos tiene líderes?