Sin respuestas

El náufrago

Un emigrante es rescatado con un salvavidas después de que se tirara al mar frente a la costa de Malta.

Un emigrante es rescatado con un salvavidas después de que se tirara al mar frente a la costa de Malta. / periodico

Núria Iceta

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Dicen que el humor es tan necesario en tiempos de dificultades como los que estamos viviendo. El único problema es que te plante ante una verdad a gritos que algunos evitan decir y otros evitan oír y te coja con la guardia bajada. Yo siempre acabo volviendo a Capri. En este caso, al monólogo del náufrago. Me sé de memoria aquello de "la mitad de los salvavidas estaban pintados por las paredes... tocó un salvavidas por cada 200 o 300 personas... Y un pobre hombre gritaba y déjemelo y déjemelo... zum, hacia abajo, y todavía se asomó un momento para decir ya no hace falta".

En este 'ya no hace falta' corremos el peligro de ser muchos. Doy por entendido que los primeros que deben tener salvavidas son la gente que está enferma y los que los cuidan, creo que no es necesario que nos lo recuerde nadie, pero, al mismo tiempo, hay gente con responsabilidades de acción que no son las sanitarias y que están igualmente obligados a responder otra cosa que el 'Sálvese quien pueda' del capitán de 'El rei dels mars' del monólogo de Joan Capri ante ciudadanos, empresas y entidades.

No sé si aprenderemos algo sobre la comunicación en tiempos de crisis pero yo pido, además de la claridad, que no me tomen por imbécil, ni que me traten como al niño que no entiende qué pasa, cosa que por otro lado estaría por demostrar. Confundir los mensajes positivos con autocomplacencia o infantilización suele sacarme de quicio, y si además veo como flota el único salvavidas disponible aún más. Ni banalización ni tremendismo. Las apelaciones emocionales de las administraciones deben sustentarse en una acción política en todos los niveles de responsabilidad. Y si no, no decir nada es más honesto. No necesito mensajes que me digan que vamos a salir de esta si no van acompañados de medidas concretas y de cuándo y cómo se pondrán en marcha. Y ciertamente no necesito que me hablen de guerras y soldados.

Lo peor del náufrago no es no tener salvavidas, es que el barco de rescate no sepa encontrarlo o que, mientras se ahoga, deba soportar cómo discute la tripulación.