Ansiedad por despegar

Ansiosos estamos por empezar a recomponernos como sujetos individuales y como sociedad; por tumbar a un virus que ha cambiado, definitivamente, la historia mundial y por recuperar la libertad y sonreírnos, otra vez, tú yo

Coronavirus. Trabajadores del Hospital de Barcelona aplauden a la gente que es homenajea desde los balcones de sus casas

Coronavirus. Trabajadores del Hospital de Barcelona aplauden a la gente que es homenajea desde los balcones de sus casas / periodico

Gemma Robles

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Todos tenemos ansiedad por despegar a estas alturas de crisis sanitaria. «Despegar». En su sentido literal y metafórico. «Ansiedad». Por abandonar la convivencia con el vocablo coronavirus y sus consecuencias. Por dejar de tratar como héroes a quienes debiéramos cuidar, proteger y rendir pleitesía como simples profesionales de la medicina. Por empezar a recomponernos como sujetos individuales y como sociedad. Por ver correr ¡y hasta comer arena si es menester! a nuestros pequeños en los parques.

«Despegar». Y llevar por fin más certezas que interrogantes en la maleta vital.  Y no volver a anhelar principios activos y mascarillas que no tenemos y cuya fabricación, a la fuerza, será parte esencial de nuestra industria estratégica, junto a otro material de protección por el que ahora damos la madre de todas las batallas en mercados internacionales que, además de no entender de lutos, están sedientos de especulación.

«Ansiedad». Por presenciar que las vacunas y tratamientos tumban a un virus que ha cambiado para siempre la historia mundial. Ante la pertinente duda de que nuestros políticos nacionales y europeos sepan estar a la altura. Por que los números de los negros augurios estén equivocados. Por abrazar sin remordimientos a nuestros mayores. Por dar un digno adiós a nuestros muertos. Por ver a nuestros amigos y compañeros de trabajo. Y por mantener esos trabajos tras el tsunami de parones, recortes y ertes que nos desasosiega en el presente y amenaza nuestro futuro. 

«Despegar». Y despedirnos sin rencor de la impaciencia, esa dama oscura apoltronada en nuestro sofá que, a ratos, nos arrincona hasta hacernos sentir desnudos, heridos, vulnerables. «Ansiedad por despegar». Por que el estado de alarma que nos gobierna torne en recuerdo y se nos den oficialmente pautas para el descofinamiento. O, lo que es lo mismo, para recuperar la libertad. La mía y la tuya. Y sonreír. Sonreírnos. Otra vez.