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Enemigos a la carrera

El grupo de rock madrileño Los Enemigos.

El grupo de rock madrileño Los Enemigos. / periodico

Miqui Otero

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Pongamos que es el fin del mundo tal y como lo conocemos y tienes que salir de casa. Quizás, aunque no seas esencial, debes ir a trabajar o es posible que, por pura necesidad, tengas que abastecer a alguien en riesgo. El caso es que te separan unos 35 minutos a pie que no soportarás a pelo porque todo es feo y agresivo. ¿Qué disco elegirías para el viaje?

 “El futuro fue, desapareció”, canta Josele Santiago y en esa frase hay condensadas al menos siete mil canciones, las mejores de la historia. Llevaba semanas reservando el nuevo álbum de Los Enemigos, 'Bestieza', para el momento preciso y a veces el momento preciso no es uno bueno, sino uno malo, si el disco debe ayudarte. Que el futuro no tiene futuro, que el futuro no es lo que era, ya lo escribió Ballard a mediados de los 70. Y también lo dicen estribillos con tal densidad emocional que lo que pasa es que piensas que no hay futuro porque solo hay presente, cada vez que los pones. Como ahora, mascarilla y cascos, el corazón convertido en una estampida de potros: “Aturdido, malherido, sin querer saber, no hago más que soñar contigo”.

 Suena 'La ofensa' y luego' Menos que un perro'. Los perros dominan la calle como si se hubieran apoderado del mundo. No hay niños y no me extraña: quizás se han mudado a otro planeta más amable con ellos (el mío pidió ir al parque, así que apagué la luz, enfoqué el techo con la linterna, le dije que nos pirábamos a la luna). Los pocos humanos balancean sus brazos al caminar por esta ciudad de perros y uno se extraña con ese movimiento más que el extraterrestre aquel que perseguía a otro extraterrestre que se había perdido hasta que él se perdía.

 Nada más importante que Los Enemigos justo ahora, en esta expedición. Con ellos conquistamos lugares y palabras. Mi amigo Carlos y yo a veces nos mandamos un link del diccionario de la RAE a la palabra 'jergón', porque aprendimos que esa palabra existía con la canción que decía “Sigo hablando con las nubes, ellas me enseñan lo que tuve”. También descubrí con ellos a Lorca, y a su pastor bobo que guardaba las caretas, quizás ahora las mascarillas, de los pordioseros y de los poetas. Hay aquí mujeres con mandil que limpian portales, un pie dentro y otro fuera.  Y un taller de Vespas medio abierto. Y ojo no sigas así que al final vas a ver un escaparate de una zapatería de Crocs y te vas a emocionar con uno de la talla 23. Con un puto Croc. De color naranja, además.

Las canciones de Los Enemigos van de gente en jergones que ya no recibe cartas, de otros que quieren montar un bar (en el fondo del mar), de los que piensan que  nadie les quiere, de los que no cicatrizan. Son una tormenta que se avecina y son la vecina que se atormenta y yo una vez los vi en Madrid en pleno diluvio y sin paraguas. Y, sin embargo, la voz de Josele es al mismo tiempo casa y fuga. Esa voz que canta “duro, hermoso y elástico”, que decía otro que tal.

 'La costumbre', 'Océano', 'Rey pescador'. Parece que ya casi llego. “Me gustaría que cantaras como si te hubiera atropellado un camión y solo tuvieras tiempo de cantar una canción”, le soltó Sam Phillips a Johnny Cash y a mí me lo soltó Marcos Ordóñez. Ya he llegado, tomo aire y Josele canta: “Un soplo de aire guarda un vendaval”. Timbro.

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