Dos miradas

No me toques

El papa Francisco imparte la bendición urbi et orbi en soledad, desde una plaza de San Pedro del Vaticano totalmente vacía, el pasado 27 de marzo

El papa Francisco imparte la bendición urbi et orbi en soledad, desde una plaza de San Pedro del Vaticano totalmente vacía, el pasado 27 de marzo / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Ya ha pasado la Semana Santa más singular, desolada y arisca de nuestras vidas, con imágenes tan espeluznantes como las del Papa, solo, bendiciendo a la ciudad y al mundo, bajo la inmensidad del baldaquín de Bernini, aquel bronce magnífico de resonancias romanas. Y con la basílica vacía, fantasmagórica.

Ha pasado, pero queda todavía algún rastro. El día de Pascua pensaba en una escena del Evangelio de San Juan, cuando María Magdalena ve al Jesús resucitado y trata de acercarse. Él se aparta y le dice: "Noli me tangere". Suéltame, o no me toques. Aún tiene cosas que hacer, después de la pasión y muerte, y encomienda a la mujer que explique a los discípulos lo que ha visto. Pues bien, este es un tópico artístico, un lugar común que han pintado Fra Angelico y Giotto, Hans Holbein, Correggio, Tiziano o Rubens. Hay cuadros con un rechazo explícito y cuadros en que los cuerpos, sensuales, casi se palpan, se persiguen. Hay gestos airados de Jesús y también miradas cómplices. Pero no hay contacto alguno. Pensé que este "Noli me tangere", distantes como puede que vivamos, será un icono del reencuentro, cuando nos volvamos a ver. A saber si un signo de los tiempos que vienen.