Tribuna

Covid-19: la ética asistencial

El hospital Fira Salut, en L'Hospitalet.

El hospital Fira Salut, en L'Hospitalet. / JOAN CORTADELLAS

María JIménez

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La ética no se puede desligar de ningún acto humano. La ética en relación con los actos asistenciales va de la mano del conjunto de decisiones que los profesionales sanitarios toman frente a las necesidades de las personas que atienden día a día.

Situaciones como la que estamos viviendo, alrededor del covid-19, hacen aflorar la importancia de la formación humanista y ética de nuestros profesionales sanitarios y el equilibrio de la misma con los conocimientos más científicos.

Esta pandemia nos ha mostrado problemas estructurales del sistema que, en la fase de recuperación de la pandemia, deberán ser analizados y reconducidos para conseguir que en próximas ocasiones la respuesta sea mucho más adecuada a todos los niveles. A modo de ejemplo, de una larga lista, deberían ser las ratios de enfermeras por paciente, cuando se han publicado y reclamado desde hace años los grandes desequilibrios que existen. Un dato objetivo para clarificar este punto: en España la ratio por cada 100.000 habitantes es de 5,3 enfermeras, cuando países como Noruega o Alemania publican ratios de 13,3 o 17,3 respectivamente. Otra evidencia clara para la reflexión ética es respecto al ámbito de la atención a los adultos mayores. Este requiere de una reforma jurídica y estructural inmediata y urgente, para que se introduzcan mejoras en el sistema de atención a los servicios sociales.

Los profesionales que están en primera línea de atención y atienden a las personas se encuentran con un escenario que no facilita la toma de decisiones, como pueden ser problemas organizacionales de los sistemas sanitarios, socavando la integridad y el bienestar de todos.  Los sentimientos de impotencia y de agotamiento que esto provoca no ayudan nada ni a los profesionales y ni a las personas que han de ser atendidas. Llegado este extremo, se pueden provocar situaciones de perdida de oportunidad y desigualdades de atención.

La impotencia de los profesionales ante situaciones como esta provocan un daño que podrá más o menos recuperarse, en función de los recursos que se pongan a su disposición, pero que nunca olvidarán.

La carga desproporcionada que una pandemia puede provocar es un gran desafío ético ante la sociedad. Respetar y proteger los compromisos sociales debe ser un acto ético prioritario, pero el cuidado de las personas enfermas y críticas, especialmente, al final de la vida y a sus familias debe ser un eje de actuación donde se incorporen las medidas razonables para minimizar el daño y la deshumanización de la muerte en soledad y aislamiento, como ya parece que las comunidades autónomas han empezado a implementar. A pesar de estas iniciativas, este está siendo uno de los conflictos éticos que provocan mayor angustia y agotamiento tanto a profesionales como familiares.

Debemos pensar que la ética del cuidado y la atención con la que estamos familiarizados cambia de forma inesperada ante situaciones como la que estamos viviendo. La ética de la preparación y respuesta ante una pandemia debe, en muchas ocasiones, considerarse desde otros principios como son el de justicia distributiva, de transparencia, de equidad, de integridad, de no discriminación o de rendición de cuentas; pero no podemos hacer desaparecer lo que ayer era la normalidad y olvidar, de repente, la consideración de la individualidad del ser con su enfermedad en particular. Solo podemos hacerlo si somos capaces de balancear y adaptarnos a través de la sensibilidad y la compasión ante las características únicas que nos está tocando vivir.

Sin embargo, ante este agotamiento emocional, al tratar cuestiones éticas en la práctica debemos utilizar elementos de ayuda para recuperarnos y evitar lesiones. La resiliencia moral puede promover mejores entornos de práctica que ayuden a minimizar los problemas éticos que estamos tratando.

Para salvaguardar el bienestar emocional de los trabajadores de la salud que actúan ante pacientes críticos y graves tanto en servicios de emergencias, urgencias, uci o cualquier otras unidad, deben tener la oportunidad de recibir apoyo emocional aprovechando las conexiones con los demás, evitando el aislamiento ante la complejidad del conflicto ético, establecer espacios de dialogo interprofesional, como con las instituciones que les acogen; fomentar la autoconciencia, desarrollar capacidades de autorregulación o fomentar el aprendizaje situacional y reflexivo.

*Degana de la Facultad de Enfermeria de la Universitat Rovira i Virgili. Colegiada experta en ética del Col·legi Oficial Infermeres Tarragona.