ANÁLISIS

Sin fútbol no hay pañoladas

Josep Maria Bartomeu, en una intervención ante el senado del Barça

Josep Maria Bartomeu, en una intervención ante el senado del Barça / periodico

Sònia Gelmà

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Tras un mes encerrados en casa, después de haber realizado todos los retos posibles de Instagram, de haber recuperado diversos momentos históricos del deporte a través de Teledeporte, de haber disfrutado documentales como el del equipo ciclista Movistar — altamente recomendable— y de habernos acabado las series y los libros que teníamos pendientes de hace tiempo, hacía falta un contenido muy llamativo para sacarnos de la rutina de este confinamiento. Y Bartomeu lo consiguió, con la participación inestimable del que hasta hace poco era su vicepresidente, Emili Rousaud.

Ahora que el episodio parece llegar a su fin, cabe agradecer los esfuerzos tanto del presidente como de su ex delfín por amenizarnos con un espectáculo que ha contado con los ingredientes necesarios para un buen guion de culebrón venezolano: amistad, desengaño, traición y despecho. Además, como todo buen relato, tiene su frase para pasar a la historia del imaginario colectivo azulgrana: “Alguien ha metido la mano en la caja”.

El límite de la paciencia

Este último episodio no ha sido más que el colofón a un cuatrimestre lleno de despropósitos. El socio ya había topado con el límite de su paciencia antes del parón por la crisis sanitaria. Recordarán que Bartomeu recibió una censura pública en día de partido, una pañolada, después de saberse que el club había contratado una empresa para desprestigiar —a través de las redes sociales— a opositores de la junta, leyendas del club y jugadores de la actual plantilla.

Era la gota que colmaba el vaso tras la torpe gestión de la salida de Valverde y la errática política deportiva que llevó a debilitar la plantilla en enero para acabar fichando al delantero del Leganés en febrero. Aún salíamos a la calle cuando Messi atizó al secretario técnico por traspasarles la responsabilidad en la destitución del técnico, pero ya estábamos encerrados, cuando otra vez Messi, y esta vez con el resto de la plantilla, criticaba públicamente a la junta directiva por ponerles la lupa de malas maneras en la negociación por la rebaja salarial.

La última crisis

Tras el último capítulo de luchas intestinas, el socio barcelonista solo puede aspirar a enseñar el pañuelo desde el balcón de su casa. Las previsiones internas más optimistas apuntan al otoño como fecha más cercana para que el público vuelva a entrar al Camp Nou, de manera que Josep Maria Bartomeu tiene libertad para hacer y deshacer en este tiempo sin necesidad de notar la presión popular. Puede haber crítica en los medios de comunicación y en las redes sociales, pero no hace tanto ruido como una pañolada.

Quizás por eso, Bartomeu ha provocado la última crisis. Buscaba la dimisión de cuatro directivos y se ha llevado dos de propina. Seguramente no calculaba el factor Rousaud, pero en cualquier caso, explosión controlada para asumir con mayor tranquilidad pero con la misma torpeza las crisis que quedan por venir. El destino de muchos presidentes ha ido ligado a si la pelota entraba o no. El balón ha salvado a directivas, también ha condenado a muchas otras. Y mientras no haya fútbol, Bartomeu está salvado.