99 años

El ciudadano espera tres cosas: indicaciones claras; verdades necesarias, aunque sean negativas; y, si puede ser, alguna noticia positiva, para enfrentarse a la desazón y al miedo. Y, ya puestos, un mensaje que huya de la poesía barata y edulcorante y que ayude a renovar los ánimos. El carisma, sin embargo, se tiene o no se tiene. Lo posee, por ejemplo, Justin Trudeau, solo, ante su residencia, al pie de la escalera, mientras nieva y advierte que nos tenemos que acostumbrar a una "nueva normalidad". O, por supuesto, la reina de Inglaterra, con ese aire de jugadora de canasta, pero con frases cinceladas, las justas, aprendidas a lo largo de la historia.

Y para nada lo tiene el general Miguel Ángel Villarroya, que vacila y no acierta ni con los refranes populares. En la expresión "no hay mal que cien años dure", el 100 cumple el papel de una temporalidad inalcanzable, de un dígito sin medida. Nada puede durar tanto. Pero si comentas el refrán y dices que "queremos que dure menos de 99 años", entonces la fecha se hace posible, real. ¿No se dio cuenta, el militar, que esta mínima variante es apocalíptica, tremebunda? Y eso que no terminó el refrán: "Ni cuerpo que lo aguante".