Creíamos que todo iba bien

Lo que el coronavirus ha destapado

El coronavirus ha desnudado las miserias que ya teníamos. Las ha dejado a la luz y se han vuelto más duras

coronavirus. La UME desinfecta la residencia geriátrica Jericó en L'Hospitalet

coronavirus. La UME desinfecta la residencia geriátrica Jericó en L'Hospitalet / periodico

Eva Arderius

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

“El virus está aquí dentro”, lo decía con cara de cansancio y mucha preocupación la trabajadora de una residencia de ancianos. Parece la frase de una película de terror, pero no, es real. Está llena de desesperación y hace referencia a un centro en pleno Eixample de Barcelona donde ya no se sabe cuántas personas hay sanas y cuantas están infectadas. Como esta residencia hay muchas más. Todas con los mismos problemas y los mismos dramas. Poco espacio para aislar a los enfermos, poco personal y pocos recursos, poco material de protección y personas muy dependientes a las cuales es difícil dejar encerradas en una habitación y tener el mínimo contacto con ellas. Lo explican los familiares y los trabajadores, porque los principales afectados no pueden quejarse. Son invisibles. Lo hemos querido así. Envejecemos en la clandestinidad. Hacerse viejo no está bien resuelto y así ha quedado demostrado ahora. La gente mayor que vive en estos centros ha enfermado y muerto en silencio, la mayoría no ha ido al hospital y ni figuran entre las cifras oficiales de fallecidos por covid-19.

Lo que hasta ahora pasaba en las residencias, se quedaba en las residencias. La situación en algunas de ellas ya era delicada e incluso precaria antes de la pandemia. No todos los abuelos estaban bien, ni vivían bien, ni se les atendía suficientemente bien. Pero el coronavirus ha hecho mucho más dramática la situación. Tanto, que ha sido difícil de esconderla debajo de la alfombra. Los principales responsables, la Generalitat, después de varios intentos de minimizar las cosas, lo han tenido que asumir. No se ha hecho una buena gestión, pero es que quizás antes del virus ya no se estaba haciendo bien. Esta es una de las muchas consecuencias de la situación que vivimos y que lo ha cambiado todo. El coronavirus ha desnudado las miserias que ya teníamos. Las ha dejado a la luz y se han vuelto más duras.

Ha pasado con las residencias pero ha pasado con otras muchas cosas que se aguantaban por los pelos. El coronavirus ha sido el gran detonante. Ha demostrado que quizás no cuidamos a los ancianos como merecen y ha demostrado también que la sanidad pública no se puede recortar. Porque es vital y porque aquí nadie está acostumbrado a racionalizar recursos que nos parecen tan básicos como una cama de hospital, un respirador o una simple mascarilla. No se entiende que no haya para todo el mundo. La mayoría de ciudadanos no están acostumbrados a no tener lo que se considera indispensable, como por ejemplo una casa. Este virus que nos ha obligado a encerrarnos en la nuestra también ha dejado al descubierto los que no tienen una. Cuando todos nos hemos refugiado en un lugar seguro, nos hemos dado cuenta que en la calle solo quedaban los que no tenían adónde ir. Conocíamos los datos de cuánta gente duerme al raso cada día en Barcelona pero el confinamiento nos ha dejado una imagen más evidente. Y una cosa parecida ha pasado con lo que se conoce como la brecha digital. También ha quedado demostrado que no todo el mundo podrá seguir telemáticamente el curso escolar porque no todos los alumnos tienen ordenador o conexión a internet en su casa. Antes del virus esto ya pasaba.

Cada crisis tiene sus protagonistas y esta ha convertido en héroes a sanitarios e investigadores. Personas que no acostumbraban a aparecer en los medios y que ahora ya nos son familiares. Han salido del anonimato que les daban las batas blancas y los laboratorios y nosotros desde el sofá hemos descubierto estos talentos y estos profesionales que ya teníamos y que no valorábamos ni cuando se quejaban de los recortes y salían a la calle para denunciarlo. Hemos descubierto la precariedad laboral de algunos de ellos y de otros sectores. El coronavirus ha dejado desnudos, casi literalmente, a los autónomos. Ha mostrado con toda la crueldad la fragilidad financiera de los medios de comunicación y, especialmente, de los que trabajan en ellos. No es nuevo, pero ahora es peor. Y ha hecho aflorar la economía sumergida de los que no tienen ni derecho al paro. Esto también existía antes del estado de alarma.

El virus también nos ha permitido ver cómo sería una Barcelona sin turismo. Ha hecho que el mercado de la Boqueria vuelva a ser para los vecinos, pero también ha provocado mucho vértigo. Ahora mismo, sin visitantes, Barcelona no sale adelante. También nos ha permitido comprobar que no hay excusa para no reducir el tráfico. Nunca habíamos tenido un aire tan limpio como ahora que no lo podemos disfrutar. 

Si no fuese porque todo es tan grave y tan dramático diría que habrá que aprender algunas lecciones de este maldito virus que no hemos visto venir y que nos ha dejado absolutamente noqueados. Se hace difícil asumir cómo ha cambiado todo en tan poco tiempo. Hace solo unas semanas creíamos que todo nos iba relativamente bien, aunque quizás no tanto como nos pensábamos.