La crisis del coronavirus

Aceptar el riesgo

La llamada desescalada llegará, no así la descompresión política por la gestión de la emergencia

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Anna Cristeto

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Mientras seguimos confinados, el debate sobre cómo deberá ser el proceso de descompresión gana protagonismo, ya sea porque la curva de contagiados muestra síntomas de alivio – solo en base a datos oficiales- o porque la ciudadanía necesita un horizonte a la vista.  El encierro prosigue este lunes pero se permitirá que determinados sectores económicos no esenciales regresen a su actividad. Así lo ha establecido el Ejecutivo de Pedro Sánchez, cuyas medidas levantan cada vez mayor polvareda. Las críticas habituales oscilan entre quienes reclaman que las decisiones trascendentes se consensuen y los que tildan de imprudencia absoluta atenuar el confinamiento.

Desde el Gobierno de Sánchez se niega que vayamos hacia una relajación  y aducen que se regresa al escenario del 30 de marzo. Nadie baja la guardia. El argumento no seduce al ala morada de la coalición, que teme que se desande el camino. El presidente de la Generalitat va mucho más allá y considera una temeridad permitir esta vuelta al trabajo, pese al aval de los expertos del Gobierno. Esgrime que varios directores de hospitales catalanes abogan por prolongar algunas semanas el confinamiento total. Torra siempre sitúa al Govern un paso por delante y anuncia sus “propias medidas” antes de concretarlas.

Los dardos de Torra hacia la gestión de Sánchez han sido una constante desde el comienzo de la crisis del coronavirus. Considera que las decisiones se han tomado tarde y que no ha existido una previsión. Sí ejercita la autocrítica por el drama de los geriátricos catalanes --en manos de ERC y no de JxCat- al tiempo que preguntado por esta cuestión también se afana a señalar la elevada mortalidad de las residencias madrileñas.

En el terreno institucional, el 'president' reclama, junto con Urkullu y Feijóo, entre otros, que las reuniones dominicales de Sánchez no se limiten a sesiones informativas. El lendakari, en concreto, expresa su pesar por la dinámica de “decisiones no compartidas” que a su parecer generan más desorientación que confianza. Es lógico que en un contexto de máxima emergencia nacional se plantee la necesidad de alumbrar unos nuevos pactos –ahora de la Reconstrucción-; también lo es que quien pretende sumar voluntades a ese gran acuerdo se coordine y comparta las decisiones de mayor calado. 

La situación es aún compleja y el peligro de colapso sanitario no se ha desvanecido. Los recursos llegan con lentitud y algunas administraciones se apresuran en adjudicarse partidas de mascarillas y dosis de mérito frente a otras, en un juego político que no entiende de confinamientos ni de desescaladas.

La crisis sanitaria no eclipsa la recesión que asoma tras algunas zarandajas políticas. Existe un riesgo en tomar ahora decisiones teniendo en cuenta a su vez factores económicos, como ocurriría si se adoptan medidas solo amparadas en cuestiones médicas. Las dos opciones tienen un impacto profundo y está claro que el sistema sanitario necesitará muscularse frente a un eventual rebrote de esta u otras pandemias. En una sociedad del riesgo, más compleja hoy que nunca, salud y economía deben conjugarse asumiendo que siempre habrá consecuencias.