Opinión | OPINIÓN

Lucía Lijtmaer

Periodista

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La calculada nada de Rodríguez Uribes

¿Por qué compareció el ministro si no tenía que anunciar ni fondos ni medidas para la cultura? El sector se ha rebelado contra él.

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Toda comparecencia es un acto calculado. Es decir, un acto con intención. Como tal, importa lo que se dice, y por qué se dice. De la comparecencia esta semana del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, el mayor responsable del gobierno en esta materia, podemos inferir lo siguiente:

–Ha hablado de los trabajadores de la cultura como parte de sectores muy vulnerables pero que saben que «lo primero es salvar vidas y contener la pandemia»: la evidencia genera cierta estupefacción a quien lo escucha. Por supuesto, lo más importante es salvar vidas. Ante eso, cualquier demanda palidece. Que es, intuyo, precisamente lo que quiere quien utiliza el argumento: anular la demanda o la búsqueda de explicaciones.

–«Hemos movilizado fondos generales, no específicos de un solo sector, porque somos conscientes de que esta crisis afecta a toda la economía». He aquí el grueso de la comparecencia. No es poco. Y es del todo defendible: no hay excepcionalidad en los trabajadores culturales, no tiene por qué haberla. Pero es un argumento que no anula la responsabilidad, especialmente si se decide comparecer.

Seis videoconferencias

El mayor responsable del ministerio, además de anunciar de que ha hecho seis videoconferencias con el sector durante toda la crisis, ¿puede? –¡debe!– al menos explicar cuáles son las condiciones materiales del sector, detallar esas medidas globales y cómo acceder a ellas. Si lo ha hecho la ministra de Trabajo,Yolanda Díaz, ¿por qué no en cultura? ¿No sería eso una demostración factual de que se toma tan en serio la actividad cultural –y el ministerio– como cualquier otra?

–«La cultura llega a casa»: Rodríguez Uribes ha tirado de tópico para explicar un cambio sustancial en la manera en que la experiencia cultural se ha modificado radicalmente en estos días de confinamiento. Si estamos forzadamente en casa sine die, nuestros hábitos con respecto a cualquier hecho cultural cambian por completo. Hay unos que desaparecen –la experiencia conjunta, en público, en masa– y otros que se refuerzan –en solitario, en red, los de producción más o menos casera y la archiconocida presencia de las plataformas–. El ministro ha perdido una oportunidad, o no ha querido usarla, para hacer algún tipo de diagnóstico al respecto de los cambios y la modificación en nuestros hábitos. Por no hablar del papel fundamental que está teniendo en nuestras vidas la ficción literaria y audiovisual de todo tipo y el acompañamiento emocional que suponen para cualquier ciudadano en estos días. El tiempo dirá hasta qué punto este acompañamiento es un bálsamo intangible.

Pedigüeños, frívolos...

–«Primero va la vida y luego el cine, pero la vida sin cine tiene muy poco sentido y es muy poco humana»: la cita de Orson Welles sirve como reiteración del primer punto –lo primero es salvar vidas–, refuerza una idea instalada desde hace años especialmente en los discursos más conservadores en el ámbito político español: el sector de los trabajadores en cultura está formado por pedigüeños, frívolos y egoístas, un estereotipo al que algunas demandas ombliguistas en ocasiones no han ayudado.

Pero, ¿y la precariedad? ¿y el futuro? ¿y las medidas de sus homólogos alemanes y franceses? ¿Son ellos frívolos por destinar fondos específicos o nosotros por hacernos la pregunta? La argumentación desde el ministerio no deja hueco.

Concluyo: si no hay proyecto concreto, medidas específicas, o voluntad pedagógica, ¿por qué compareció el ministro? Y, sobre todo, ¿para qué?