IDEAS
Adiós, Pussy Galore
Los niños de mi generación aún nos estábamos recuperando de la aparición en biquini de Ursula Andress cuando llegó Honor Blackman
Ramón de España
Periodista
Ramón de España
La muerte de la actriz británica Honor Blackman ha pasado bastante desapercibida en estos tiempos del coronavirus, que ni ha tenido el detalle de llevársela por delante, cediendo el papel de verdugo al paso del tiempo, ya que la difunta tenía 94 años.
De hecho, yo creo que solo nos acordábamos de ella los que la descubrimos en la tercera aventura de James Bond como piloto personal del malvado Auric Goldfinger (GertFröbe). Los niños de mi generación todavía nos estábamos recuperando de la aparición en biquini de Ursula Andress en 'Dr. No' cuando nos topamos con aquella mujer atlética, vestida de cuero negro de la cabeza a los pies, que introducía un cierto tono de perversión sexual (un tono 'kinky', como dicen los ingleses, nada que ver con el término español que se pronuncia igual) en las peripecias erótico– justicieras de 007.
La diosa Hera
Como no sabíamos inglés, nos pareció de lo más normal que su personaje se llamara Pussy Galore (literalmente, con perdón, chochos a porrillo). Los más espabilados recordaban haberla visto en la serie de televisión 'Los Vengadores', donde interpretó a la doctora Cathy Gale entre 1962 y 1964, año del estreno de 'Goldfinger'. Y, ya para nota, seguro que alguien se había fijado en ella en 'Jasón y los argonautas' (1963), una de aquellas extravagancias de colorines con efectos especiales del gran Ray Harryhausen, donde daba vida a la diosa Hera.
Honor Blackman figura a perpetuidad en la memoria de los que, como yo, empezaron a interesarse por el otro sexo viendo a las turistas de las playas del Maresme, a las chicas Bond y a las macizas prehistóricas en biquini de piel de las películas de dinosaurios de la Hammer (de nuevo Ray Harryhausen al mando de los bichos).
Su carrera como actriz no fue especialmente gloriosa, pero tuvo la suerte de que le cayera un papel llamativo en una época en la que un personaje podía llamarse Pussy Galore sin que se te echaran al cuello las hordas de la corrección política (al principio, para evitar problemas, se llamaba Kitty Galore -Kitty, como Pussy, también significa gatita-, pero al final los productores Saltzman y Broccoli optaron por el nombre definitivo y salga el sol por Southampton). Pussy Galore era más mala que la tiña, pero tras un polvo en un pajar con 007 se hacía buena, evidentemente.
A principios del siglo XXI todavía había villanos como los de James Bond (Osama Bin Laden), pero hemos ido a peor (el virus de marras).
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