Tribuna

Coronavirus: El día después

No veremos, probablemente, un tirón generalizado de la actividad, sino por sectores y productos

Las imágenes del 2012 de El Periódico

Las imágenes del 2012 de El Periódico / periodico

Antonio Argandoña

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Cuando digo "el día después", estoy pensando en el día después del final de la pandemia del Covid-19. Y conste que no sé qué día será ese. El objeto de este artículo es dejar vagar la mente por lo que puede pasar “después”, porque somos todos, cada uno en su ámbito de responsabilidad, los que tenemos que hacernos una idea de lo que puede pasar entonces. Y esto vale especialmente para los empresarios y directivos.

No sabemos qué día será ese, porque no sabemos aún la intensidad de la epidemia, su duración, si el levantamiento de las restricciones será gradual o no, si habrá rebrote y cuál será la efectividad de las medidas, sanitarias y económicas, que se están adoptando. Mi impresión es que no podremos decir que esto acabó no-sé-qué-día,sino que las cosas irán cambiando poco a poco.

Hay varias claves de la recuperación. La evolución de la demanda será importante, pero las empresas, lógicamente, tratarán de adelantarse, de manera que veremos mejoras graduales tanto en las ventas como en la producción. Esto variará mucho de unos sectores a otros, y las claves estarán en la fortaleza y crecimiento de la demanda y en la conservación de la capacidad productiva, que se refiere no solo a las máquinas, sino sobre todo a la financiación, al empleo y al buen hacer de los gestores.

Los sectores que podemos llamar básicos serán, probablemente, los primeros querecuperen el ritmo: energíatransporte, servicios, carburantes y comercio al 'detall' y al por mayor. No veremos, probablemente, un tirón generalizado, sino por sectores y productos. Habrá un tirón inicial en sectores reprimidos por el confinamiento, y estoy pensando en algo tan personal como la peluquería: el estado de mi cabellera será bastante deplorable, de modo que me apresuraré a visitar al barbero; pero tras un empujón inicial, la normalidad volverá.

Hay otros muchos productos y servicios que ahora han tenido una bajada importante, y que tendrán una recuperación rápida, pero una vez atendida la demanda embalsada, volverá la normalidad. Otra cosa es cuál será esa normalidad. Si, como parece, el impacto sobre el PIB va a ser severo, esto significará que la demanda agregada se moderará, después del empujón antes mencionado. O sea, la nueva normalidad estará, probablemente, por debajo de la del 2019. Esto es normal: la economía necesita tiempo para que funcionen los multiplicadores.

Los sectores que experimenten el empujón inicial tirarán de los demás, por la vía de la demanda derivada: un trabajador que recupera su empleo recuperará también su capacidad de compra, que dará empleo a otro trabajador de otro sector, y así sucesivamente. Otro factor impulsor será, probablemente, la confianza. Durante la crisis financiera de hace unos años, cuando las exportaciones nos sacaron del agujero, las empresas que exportaban necesitaron reponer maquinaria, ayudando a las que la fabricaban; cuando los pedidos crecían, la sonrisa aparecía en la cara del gerente; con el gerente más optimista, los empleados recuperaban la esperanza de mantener su puesto de trabajo, y empezaban a hacer planes para el verano… Esperemos que esto sea lo que veamos en los meses siguientes a la recuperación.

Todo esto puede parecer el cuento de la lechera a los que ahora están llenos de temor, por la perspectiva del cierre de su actividad o la pérdida de su puesto de trabajo. Pero la economía funciona así. Los políticos pueden ayudar mucho, si son capaces de ofrecer confianza a sus ciudadanos, confianza apoyada en medidas bien tomadas: nunca

es tarde para rectificar, sobre todo si con eso se facilita el paso a la fase de recuperación.

O sea, ¿todo saldrá bien? No lo sé. Me parece que no lo sabe nadie, aunque todos esperamos que sea así. Hay peligros, claro. Uno es el levantamiento de las medidas demasiado pronto, con riesgo de un rebrote de la epidemia, que obligue a alargar el confinamiento, vuelva la tensión al sector sanitario y siembre el desaliento entre el público. Por eso conviene que los gobernantes sean serenos y prudentes. En crisis pasadas ha sido muy buena la experiencia de un gobierno que anuncia un cambio de fase: no el final de los dolores, no el levantamiento de las medidas de prudencia, pero sí el cambio de una política defensiva a otra orientada al crecimiento. Lo peor ha pasado, nos dirán, aunque todavía nos quedan malos ratos. Pero… alegre usted su semblante: entramos en una fase nueva, para volver a la verdadera normalidad.