Las actuaciones contra el covid-19

Lo peor, en cuatro frentes

Que la epidemia se acabará está fuera de duda, el problema es cuándo y a qué coste en vidas y en recesión

Lo peor, en cuatro frentes

Lo peor, en cuatro frentes / periodico

Xavier Bru de Sala

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La humanidad sufre un golpe severísimo por primera vez en tres cuartos de siglo. En los países donde las autoridades han reaccionado demasiado tarde -como varios de Europa, y no solo del sur-, nos encontramos en plena fase aguda de la pandemia. Es cierto que el virus no sabe nada de fronteras, simplemente aprovecha todas las puertas abiertas, y algunos gobiernos se han apresurado antes y mejor que otros a cerrarlas. Corea del Sur ha sabido frenar el virus de manera ejemplar, sin detener el sistema productivo. Nosotros seguimos improvisando y por eso pagamos un precio más alto en vidas y en crisis económica. No ha llegado la hora pedir cuentas, sino de minimizar los daños, pasar el pico de enfermos y de muertos de la manera menos dolorosa posible, y sobre todo de reducir al máximo los nuevos contagios. La cifra digamos mágica, el momento de iniciar un cierto retorno a la normalidad, es la que determina que cada portador contagia primero a menos de una persona y después ya a casi ninguna. Muy probablemente, estamos todavía lejos de este punto.

Mientras tanto, la lucha se da en cuatro frentes. Los tres primeros -sanitarioeconómico anticontagios- son uno solo con tres caras. El cuarto es el de la adaptación a las viviendas que de pronto se han vuelto jaulas. Dejamos aún dos frentes de lado, el mundo de las 'fakes' y las teorías rocambolescas, conspirativas y negacionistas. También el frente político ya que, por decirlo con suavidad, en las presentes circunstancias no hace más que estorbar (más adelante ya veremos).

Sin cifras oficiales fiables

En el frente sanitario, no hay ninguna previsión realista que sitúe la luz de salida del túnel antes de junio. Tampoco disponemos de ningún dato fiable sobre el número real de contagiados en Catalunya y España. Algunas proyecciones basadas en cifras oficiales lo sitúan entre unos cientos de miles y más de seis millones. A pesar de que ocupan todos los titulares, no hay datos oficiales fiables ni siquiera en el número de muertes por covid-19. Solo sabemos cuántos enfermos han sido atendidos por el sistema sanitario. En los países que no disponen de tests suficientes, las informaciones son muy parciales y es obligado, además de incierto e irritante, tener que recurrir a las proyecciones y las especulaciones. La fase actual es de ascenso en el número enfermos, de enfermos graves y de muertes, pero sin duda debe haber descenso en el número de contagios. Ya veremos si es suficiente para aplastar y aplanar la curva antes de ocho o diez semanas.

De ello depende el alcance de las consecuencias económicas. El Gobierno ha tenido que claudicar ante la evidencia del colapso sanitario. Cuanto más se alarguen el confinamiento y la parálisis de la producción no esencial, más crisis económica. Que la epidemia se acabará está fuera de duda (también finalizaron las pestes de la antigüedad y la gripe de 1918). El problema es cuándo y a qué coste en vidas y en recesión.

De momento, y entramos así en el frente de las viviendas reconvertidas en jaulas, gran parte de la población está obligada a no hacer nada de provecho económico. Eso es duro, durísimo, sobre todo para los que encima sufren de una muy justificada angustia por el presente y el futuro de sus ingresos. Pero esta doble condena, encerrados en casa y sin dinero, no significa que tampoco se pueda hacer nada de provecho para uno mismo y los que nos rodean. Como la mayoría somos impotentes para influir en los demás frentes, el familiar -o el solitario- es el único que nos permite un cierto margen de actuación.

Idear otro orden

El paso más difícil es el tránsito de la excepcionalidad a la normalidad. Ni la primera semana ni la segunda suelen ser las peores. Para superar el momento del 'ya no puedo más' y el 'si no salgo reviento', es imprescindible aferrarse a nuevas rutinas, pautar el tiempo, idear otro orden, programarse, imponerse actividades. Es ahora cuando nos damos cuenta de la importancia de los hábitos, de todo lo que hacemos sin pensar, que es muchísimo, y llenaba nuestras vidas sin que nos fijáramos hasta que, por contraste, al no poderlas llevar a cabo, constatamos el perímetro y la profundidad del pozo. Si al vacío del cambio y la pérdida de libertad añadimos el dolor por los afectados cercanos y por el futuro, el cóctel puede llegar a ser desesperante. Cada uno encontrará sus remedios, y todos pueden ser buenos si palían el sufrimiento, el fatalismo y la indolencia.

Cuidarse, cuidar a los tuyos, es la mejor manera de no necesitar que te cuiden. Pero para cuidarse es necesario fortalecerse. Y eso depende de cada cual, del esfuerzo que haga para sacar provecho personal y colectivo del confinamiento en la propia jaula.