La clave

Coronavirus: Navegar con olas y sin brújula

Dos figuras de cartón de Donald Trump y Xi Jinping con máscaras protectoras contra el coronavirus, en una tienda de obsequios de Moscú.

Dos figuras de cartón de Donald Trump y Xi Jinping con máscaras protectoras contra el coronavirus, en una tienda de obsequios de Moscú. / periodico

CAROL ÁLVAREZ

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Hay puñados de personas, repartidas por todo el mundo, que son ajenas a la pandemia. En realidad son ajenas a todo lo que sucede más allá de las cuatro paredes donde están confinadas: surcan los océanos en submarinos en misiones de varios meses y, por protocolo, están aislados de toda información sobre aquello que sucede en la superficie. Hasta los astronautas en el hiperespacio saben más que ellos. Imagino su incredulidad cuando regresen con nosotros y se vean rodeados de una sociedad con máscara y enguantada, calles y tiendas vacías. Niños ausentes de los espacios comunes. A ratos les envidio, porque viven en otra órbita aunque estén en nuestra línea temporal. Viven, todavía, en el antes de la pandemia y están a salvo.

Es distinto cuando miras hacia EEUU o Australia, separados también por océanos y desfase horario. Angustioso. Igual que el Año Nuevo lo vivimos en distintos tiempos a medida que la Tierra sigue con su rotación y los fuegos artificiales se suceden en todo el planeta, la propagación del virus y la reacción ciudadana y política ha ido a destiempo pero, de forma inevitable, hacia el colapso. Desde nuestro confinamiento duro y con una amenazadora prórroga por delante, vemos a los norteamericanos arrasando por primera vez los supermercados, sus compras masivas de papel higiénico y de alcohol.  «Mucha gente me decía que navegásemos la ola tratándolo como una simple gripe. Pero esto no es la gripe», admite Trump, aún reacio, con todo, a medidas más duras. Cómo olvidar ahora aquellos días de Eixample barcelonés en que cerraron por vacaciones todas las tiendas asiáticas a la vez ante nuestro estupor del me estoy perdiendo algo.

La información vuela a la velocidad del wifi del momento, pero en un mundo más interconectado que nunca, la templanza y el sentido de la proporción en las respuestas brillan por su ausencia. Vamos sin compás ni brújula. Muy rápidos para blindar costes económicos, y alarmantemente lentos en la lucha sanitaria. 

Nuestra lucha para preservar esas cuatro cosas que queremos que sigan ahí cuando pase este tsunami vírico ha empezado, y habrá pasos en falso, pero no hay excusas para no corregirlos.