Cultura en cuarentena

Regalos envenenados

Si defendemos que la cultura es un bien de primera necesidad y el pan sigue costando lo mismo, ¿por qué regalarla?

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Núria Iceta

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En estos días extraños para todos y dolorosos para muchos, en los que el pasado inmediatamente anterior al confinamiento parece quedar tan lejos como el futuro que no sabemos ni cuándo empezará, veo con orgullo como la gente del mundo de la cultura se ha volcado a compartir en las redes un montón de recursos, contenidos y experiencias. Me gustaría, sin embargo, establecer una distinción entre las diversas iniciativas, en función de su origen, y también de sus efectos, que pueden resultar contraproducentes.

Las instituciones públicas y los principales equipamientos culturales del país con una responsabilidad de retorno social tienen ahora la posibilidad de demostrar para qué necesitaban desarrollar una área tecnológica potente y tener una estrategia digital: gracias a ello podemos asistir a conciertos, hacer visitas a museos, entrar a bibliotecas y revisitar obras de teatro.

También estamos viendo cómo todos somos protagonistas de la cultura: desde el cantante más popular a la vecina que no sabías que tocaba el chelo están compartiendo a través de los patios y de las redes recitales de poesía, organizando clubes de lectura virtuales, contando cuentos en instagram, montando piezas corales, dejando libros en los vestíbulos de los edificios... la práctica de la cultura es insustituible y reconforta. Y si es compartida aún más.

Sin embargo, creo que hay otro tipo de contenidos que han comenzado a circular que son en realidad 'regalos envenenados'. Como dice un editor amigo mío, no nos hemos pasado media vida intentado dar valor a nuestro trabajo para empezar ahora a regalarlo. ¿De qué tenemos miedo? ¿De que la gente se olvide que los libros se compran en las librerías? ¿No nos damos cuenta que así estamos, de hecho, legitimando la piratería? ¿Necesitamos añadir la palabra 'gratis' para reivindicarnos? Si ahora puedo tenerlo gratis, ¿qué me hará quererlo pagar después? Si defendemos que la cultura es un bien de primera necesidad y el pan sigue costando lo mismo, ¿por qué regalarla? La cultura sufre de una falta endémica de apoyo estructural, no le cavemos nosotros la tumba.