Nuestro mundo es el mundo
Una guerra que es forzoso ganar
Cuando Trump dice ahora que pueden morir 240.000 americanos, en China se dispara el índice de producción de marzo
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
¿Cómo no inquietarse cuando el sábado por la tarde, 36 horas después de que la portavoz comunicara las decisiones del Consejo de Ministros del viernes, el presidente Sánchez sale en TV para anunciar una bomba: el cierre casi total del país? ¿Por qué no se hizo el viernes?
Anteayer el Gobierno tomó otra serie de medidas para aumentar y garantizar la protección social que recogen también algunas peticiones empresariales, como una moratoria en las cuotas de la seguridad social. ¿Por qué no antes? ¿Y por qué dilatar ahora una moratoria fiscal que parece casi inevitable?
Claro que hay improvisación. Normal, porque nadie en el mundo había previsto la hecatombe -bíblica según Mario Draghi- que vivimos. El Gobierno está cargando sobre sus espaldas -las de Hacienda, o sea las de todos nosotros- el coste de las medidas de protección social y a las empresas que está tomando. Es lo que debe hacer, pero es lógico que dude. Es algo que no ha pasado nunca, que va a implicar un gran incremento del déficit público y que puede afectar el futuro del país. Es lógico pues que al Gobierno le tiemblen las piernas antes de parar toda la economía y que luego dude al delimitar los "sectores esenciales". ¿Cómo se alimentaría, sin incrementar las salidas a la calle, buena parte de la población si se cerrara el sector -Glovo incluido- del reparto a domicilio? Y ¿por qué no adelantar la Semana Santa para doblegar antes la curva de infectados? ¿Pero, hay que cargar sobre las empresas los permisos retribuidos? Si muchas empresas cierran, el paro se disparará y la recaudación de Hacienda -el dinero para pagar la protección social- se hundirá.
Pero en guerra -estamos en guerra contra un enemigo global- no siempre hay tiempo para consultar. Me dicen que la propia ministra de Industria se enteró de algunas cosas al ver al presidente en TV.
El momento es muy duro. Y las improvisaciones -ahora todos los gobiernos se pelean para comprar mascarillas y respiradores en unos mercados estresados- están generalizadas. Pedro Sánchez afronta una situación excepcional -de película terrorífica de ciencia ficción- y es absurdo (o algo peor) exigirle que actúe como en una situación normal. Hay que pedir a todos -al Gobierno, pero no sólo a él- sensatez al cubo.
Y más, en un mundo sin líder. En Estados Unidos -gustara o no gustara la potencia faro desde el fin de la primera guerra mundial- manda un presidente que hace tres semanas repetía que el coronavirus era una exageración de sus enemigos y que ayer dijo que América afronta dos semanas terribles y que pueden morir entre 100.000 y 240.000 americanos. No es extraño que ayer las bolsas -las perspectivas económicas- volvieran a caer tras un trimestre en el que se han desplomado un mínimo de un 20%.
Pero la guerra la vamos a ganar. En Italia y España el aumento de nuevas infecciones tiende a la baja. Y el índice de producción (PMI) de China, que cayó a 36 en febrero, ha subido a 52 en marzo, algo por encima del 50 que indica crecimiento. China, donde empezó la pesadilla, empieza a remontar.
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