Análisis

Consenso frente a la incertidumbre

Al keynesianismo le llaman chavismo y tildan también de ideológicas las medidas paliativas que adoptó el Ejecutivo este martes

Iglesias, Montero y Calviño

Iglesias, Montero y Calviño / periodico

Rosa Paz

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En un momento en que reconocidos liberales como el vicepresidente del BCE y exministro de Economía del PP, Luis de Guindos, o el exresponsable económico de Ciudadanos, Toni Roldán, defienden algún tipo de renta mínima universal para tratar de paliar la crisis social que se avecina como consecuencia de las crisis sanitaria y económica, la derecha oficial ha decidido darle caña al Gobierno de Pedro Sánchez por cada una de las medidas que aprueba atropelladamente con ese objetivo. Ninguna de ellas, todavía, esa renta básica que el Gobierno estudia, pero que a lo mejor no llega nunca, y sobre la que no se sabe qué dirían.

Es curioso lo del líder del PP, Pablo Casado, porque ahora afirma que no apoyará siquiera medidas como la paralización de la economía no esencial,al que acusa de ceder a las teorías del "marxismo bolivariano" de Unidas Podemos, por lo del permiso retribuido y recuperable. Así que al keynesianismo le llaman chavismo y tildan también de ideológicas <strong>las medidas paliativas que adoptó el Ejecutivo este martes. </strong>Ideológicas, de una ideología diferente a la suya, y que, por tanto, consideran perversa.

El Gobierno, que ya ha empezado a entonar el mea culpa por algunas de sus actitudes aunque aún no se sabe si tiene propósito de enmienda, ha cometido numerosos errores. En concreto el de no haber hablado previamente a la toma de decisiones importantes con los sectores afectados, patronal y sindicatos, con las comunidades autónomas, que tienen que aplicar una parte importante de las medidas, y con la oposición, que, al fin y al cabo, tiene que validar con sus votos en el Congreso de los Diputados los decretos ley. El ensimismamiento de Sánchez en un momento tan grave, ha llevado a que la CEOE criticara públicamente la decisión de paralizar la economía y, por la misma razón, a que se resquebrajara el que hasta ahora parecía un pétreo apoyo del PNV a la gestión gubernamental.

Al Ejecutivo le critican también por su improvisación y por tomar medidas que horas antes rechazaba, y es cierto, ese está siendo el comportamiento del Gobierno español -y el de los gobernantes de los países del entorno-, más que nada porque nadie tiene un manual que aplicar en situaciones excepcionales como esta, dado que la última que se vivió de similar gravedad fue la de la llamada gripe española de 1918. Y en los cien años que han transcurrido desde entonces el mundo ha cambiado radicalmente. Una barbaridad.

Enfadar al mismo tiempo a la patronal, al lehendakari, Iñigo Urkullu, y al PP, temeroso del protagonismo de Sánchez, no parece el mejor camino para conseguir la unidad de acción que exige un momento de tanta incertidumbre vital. Algunos añoran los Pactos de la Moncloa de 1977, al inicio de la Transición, y aunque las actuales circunstancias son muy diferentes y las crisis sanitaria, económica y social, de una intensidad inédita, tal vez el Gobierno, su presidente, debería liderar algún tipo de consenso político y social que transmitiera más seguridad sobre el presente y sobre el futuro inmediato a los asustados y sufridos ciudadanos.