ANÁLISIS AZULGRANA
Prefiero al Messi que no es guerrillero
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Emilio Pérez de Rozas
"Cuando, a veces, oigo cómo hablan algunos de Leo Messi, pienso qué injusta es la gente o, simplemente, qué fácil es hablar de alguien al que no conoces", me relataba, en el 2015, el doctor Josep Sánchez de Toledo, jefe de la Unidad de Oncología, Hematología y Tumores Cerebrales del Hospital Infantil del Vall d’Hebrón. "Yo he tenido a Messi ayudándome a sanar a un niño que se negaba a comer y medicarse. Y lo he tenido encerrado varios días en una habitación, sin que lo supiera nadie, para animar al chiquito. Y volvía al día siguiente. Y al otro. Ignoro si iba o no a entrenarse, pero aquí sí venía”.
Yo lo siento (o no), pero yo creo mucho más en ese Messi, que en el de la portada esperpéntica de ayer del diario 'L'Equipe' (¿en qué estarían pensando las mentes privilegiadas de la que, un día, fue ‘la biblia’ del deporte?), que lo caracterizó como si fuese el ‘Che’ Guevara. Sé que no es culpa suya, ni siquiera, tal vez, del fabuloso aparato mediático que, supongo, tiene el 10 para cuidar de su imagen. Es imposible maquinar una maniobra para que acabe traduciéndose en algo tan irreal y tan poco creíble como ese clon del ‘Che’.
Capitanes con retraso
Dos años más tarde (2017), la doctora Isabel Badell, otro de esos seres maravillosos que existen en la Sanidad (como los miles de profesionales que ahora se están jugando la vida, a diario, por todos nosotros), me explicaba, en el Hospital de Sant Pau, que sin Messi, sin sus visitas, sin su complicidad, sin sus mimos, jamás hubiesen podido curar a Víctor, de 22 años, de su leucemia mieloblástica.
Ese es el Messi en el que yo creo y me tiene robado el corazón, no el que ha escrito esa nota, esa carta, esa misiva (¡caray!, que bien escribe el 10), muchos días después de lo que debió hacerlo (perdón, debieron hacerlo los cuatro capitanes: Messi, Busquets, Piqué y Roberto), para decir que, de los millones que ganan, donarán unos miles. Ganan millones, donan miles. Y que ayudarán a los empleados del club. Vale, sí, pero, como el Gobierno, tarde.
Mi amigo Joan Carulla, director de los dos hospitales de Sant Joan de Déu, de Mallorca, me contó que sin Messi hubiese sido imposible poner en marcha el que será el Centro de Oncología Infantil más importante del mundo. Repito, es en ese Messi en el que yo creo y no en el que, aprovechando otra nota de la plantilla, abofetea a la directiva (¿al club?), para seguir manteniéndose, todos ellos, virginales.
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