Dos miradas

Los esenciales

Una cajera de un establecimiento de alimentación en Barcelona

Una cajera de un establecimiento de alimentación en Barcelona / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Los sanitarios, claro, que reciben aplausos cada tarde, los primeros, pero también los que limpian la ropa de los hospitales y los que hacen mascarillas como un deber moral, y los que despachan en la farmacia, y los que trabajan en el campo y los que conducen camiones para que no falte fruta ni verdura, pero también los que vigilan las estanterías del supermercado para reponer, y, por supuesto, los que se están en la caja y los que corren por los pasillos, y los basureros y los policías (la mayoría) que tratan de evitar con educación que se franquee la frontera del confinamiento, y los panaderos que cada día hornean el pan, y los quiosqueros que creen en el trabajo del periodismo desde la trinchera, y los estanqueros, que quizás no son tan imprescindibles, pero que también ayudan a los fumadores que no saben dejarlo.

Y tantos otros. Ellos y ellas. Me hacen evocar aquel poema de Borges, 'Los justos', donde habla del hombre que cultiva su jardín y del ceramista que premedita un color, del que agradece que en la tierra haya música. "Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo". Antes, no sabíamos los perfiles de su cara. Ahora, son el rostro que nos separa del caos.