Figura familiar a reinvidicar

'Tietes'

La palabra se está contaminando de muy malas vibraciones desde que empezó a usarse para referirse de manera peyorativa a señoras de mediana edad que participan en determinados actos políticos

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Rosa Ribas

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Es verdad que la lengua es algo vivo, que las palabras evolucionan, modifican su sentido y su uso, que aparecen y desaparecen; es lo normal y natural. Pero a veces sucede que una palabra a la que le tienes un cariño especial empieza a transformarse de un modo que no te gusta, porque empieza a cargarse de connotaciones que, sinceramente, no se merece y, aunque detener esta evolución puede ser más o menos como parar una ola gigante con una palita de playa, por lo menos hay que levantar la palita.

La palabra a la que me refiero es ‘tieta’, que se está ensombreciendo, contaminando de, digamos, muy malas vibraciones desde que empezó a usarse para referirse de manera peyorativa a señoras de mediana edad que participan en determinados actos políticos.

Un oculto fondo furibundo

'Tietes' son esas mujeres supuestamente sonrientes, que ocultan un fondo furibundo, que se vuelven malcaradas y agresivas cuando, por lo que sea, no aplaudes sus acciones, sus 'happenings' simbólicos y reivindicativos ni lo que representan. Acciones que, en su absoluta inocencia e inanidad, muchas veces me recuerdan las cosas que hacíamos en el casal al que me apuntaron de pequeña y donde me querían hacer creer que era súper revolucionario, a la par de ingenioso, cantar canciones cargadas de dobles sentidos; aunque se tratase de esos doble sentidos que necesitan ir acompañados de guiño de ojo constante, no vaya a ser que nadie se entere de que esa palabra que repites mil veces en la canción está sustituyendo a la prohibida.

Pero las 'tietes' no son, no somos eso ni somos así.

Siempre me había gustado serlo, me había sentido representada con lo que implicaba ser 'tieta'. Porque me encantaba poder jugar con mi sobrino, mientras todavía vivía en Barcelona y con mis ahijados en Alemania, me gustaba ese rol de adulta gamberra, con la que podían jugar durante horas, que les dejaba merendar lo que querían, que los convencía de que ayudarte a pasar el aspirador no solo era muy divertido, sino lo mejor del mundo, que dejaba que se ensuciaran jugando, que les compraba helados a deshoras, que les dejaba ver la tele…

Yo tuve la suerte de tener una 'tieta' de las gamberras, de las que decían a tus padres que se podían ir tranquilos, que ella se ocupaba de los niños y solo esperaba a que se marchasen para proponer alguna trastada. Mi tía Ana nos hacía cómplices de acciones que suponían ver realizados tus sueños infantiles. Y que, creo, a veces también hacían felices a otras personas. Estoy convencida de que hace, eh, digamos, ejem, bastantes años, una señora y su marido vivieron un día especial gracias a nosotros. Porque cuanto más debió de negar él haberle puesto un disco dedicado en Radio Barcelona, más convencida debía de estar ella de que había sido él, puesto que la voz cristalina y cordial de mi tía así se lo había dicho al teléfono después de preguntarle, eso sí, que cómo se llamaba su marido, para estar seguros de que hablaban con la persona correcta. A lo que ella había respondido que Enric y la voz de mi tía le contestaba con aplomo: “Correcto. Pues, Enric, su marido, le dedica esta canción”.  Y a continuación ella había escuchado por el auricular la voz de Antonio Machín cantándole “Dos gardenias”. Los teléfonos no eran tan buenos como para que le llegaran unas risitas infantiles sofocadas ni el golpe que dio la aguja sobre el disco, de puro nerviosismo de aquel de nosotros tres al que le tocaba ponerla. Enric tal vez lo negó una y otra vez, y quizá hoy lo siga negando, pero me imagino que ella, de la que no sabemos el nombre, sigue convencida de que fue él, porque ya se sabe que los hombres, son así, más bien tímidos o torpecillos con la sentimentalidad y esas cosas…

Esta y otras experiencias similares las considero ejemplos de la misión que tenemos, el testigo que las 'tietes' nos pasamos unas a otras.

La melancolía de la canción de Serrat

Por eso no puedo aceptar que se use esa palabra para referirse a personas a quienes se les presupone algún tipo de vacío vital que las ha llevado a abrazar con una mezcla de entusiasmo ciego, inmune al ridículo, y acritud soterrada la causa que sea, que no quiero valorar. Pues, no. ¡Búsquese otra palabra!

'Tieta' es la melancolía de la canción de Serrat o las 'tietes' mayores, que pinchaban un poco cuando las besabas y te daban cinco duros “para la hucha”, y te guiñaban un ojo, lo que significaba “reviéntatelo en chuches pero que no sepa tu madre que ha sido con este dinero”.

Esas somos las verdaderas 'tietes'. La nuestra es una misión discreta pero sagrada. Así que, un poco de respeto, por favor.