Dos miradas
Que no gane el odio
Hay gente extraordinaria. Y, durante estos días, emergen para regalarnos un poco de vida. Personas que se han lanzado a coser mascarillas, a compartir monólogos tronchantes, talleres y grandes empresas que han reconvertido su producción para desarrollar material sanitario… Hay personas y hay momentos, como la emoción desbordante del personal médico al extubar con éxito al primer paciente del coronavirus. Los bailes de ánimo de los empleados de un supermercado o la portada de este mismo diario del domingo, con esos vecinos asomados a sus ventanas y un “¡Resisteremos!” que exhala vida.
Es esa solidaridad, la energía positiva que desprende, el aliento que necesitamos estos días. La espiral de odio no mata, pero nos hace peores. Cada uno elige cómo quiere pasar el confinamiento, vomitando y ahogándose en su propia bilis o tratando de ayudar a hacer que este momento sea un poco menos horrible. Tiempo habrá para analizar lo que se pudo hacer y no se hizo, los errores y, sobre todo, extraer las lecciones. Después de esta pandemia que convulsionará el mundo, ya nada volverá a ser igual. Que el odio no gane.
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