Me gustó, lo siento
Juan Carlos Ortega
Juan Carlos Ortega
Me gustó el discurso del Rey. Pido perdón por decirlo. Sé que escribir una cosa así va a provocar que pierda algunos amigos en las redes sociales pero, tal como están las cosas en el mundo, les aseguro que eso es un desastre menor. De hecho, será una absoluta bendición.
Me gustó ese discurso de Felipe VI no tanto por lo que dijo, que también, sino por lo que dejó de decir. Lo cierto es que no me había percatado de ello, hasta que mi buen amigo gallego Javier Maroto (al que no hay que confundir con el político) me lo hizo notar en un mensaje de Whatsapp.
Y es cierto. El discurso del monarca hay que juzgarlo por lo que no dijo, por lo que afortunadamente nos ahorró escuchar a todos.
Comparemos sus palabras con las que, durante estos días, hemos escuchado de los políticos. Estos aprovechaban siempre el micrófono y la cámara de televisión para, de forma camuflada, lanzar sus consignas y miserias sin que apenas se notasen. Eso en el mejor de los casos, porque hubo algunos que pretendían que se notara y ciertamente lo lograron.
"Muchos políticos parecen estar
más preocupados
por la desaparición
de la Corona que
por la eliminación
del coronavirus"
El Rey habló para todos y eso es lo que provocó que, para unos cuantos, su discurso pareciera vacío. Los políticos nos han acostumbrado a los discursos llenos, repletos de lo peor de todos nosotros, cargadísimos hasta arriba de mala leche. Por eso, un mensaje blanco como el del Rey parece, en contraste, soso a más de uno.
No entiendo la cacerolada cuando otros discursos sí que la han merecido estos días.
Muchos políticos, como también me hizo ver mi amigo Javier, parecen estar más preocupados por la desaparición de la Corona que por la eliminación del coronavirus.
La energía de esas caceroladas, la suma de todos los golpes con sartenes, podríamos dedicarla a cargarnos el virus y no tanto a tapar unas palabras bienintencionadas pronunciadas por un Rey que está tan perdido y asustado como todos nosotros.
Recuerdo cuando era arriesgado criticar al Rey. Antes de hacerlo, la gente decía: "No, mejor no lo hago para no meterme en líos". Hoy la cosa ha dado un vuelco y la frase queda así: "No, mejor no lo elogio para no meterme en líos".
Sé que este artículo me meterá inmediatamente en uno de esos líos monstruosos. Seré para muchos un despreciable insolidario, un facha, un 'estómago agradecido', o cualquiera de los tópicos a los que, por desgracia, ya nos vamos acostumbrando. Pero, como les decía hace un momento, me importa realmente poco.
Me gustó el discurso del Rey, sí, y pude escucharlo entero, a pesar del ruido de fondo de algunos de mis vecinos.
Espero con impaciencia oír también sus cacerolas cuando Quim Torra vuelva a decir las barbaridades con las que estos días agita a sus amigos. Pero no lo harán. Y yo tampoco, créanme, porque por suerte tengo cosas maravillosas a las que dedicar mis días.
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