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Nuestra primera guerra

Antonio García Ferreras

Antonio García Ferreras / periodico

Mikel Lejarza

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Estos días es imposible escribir sobre nada que no tenga que ver con el tsunami del <strong>coronavirus</strong>. Todos los europeos nacidos a partir de la mitad del siglo pasado pertenecemos a las primeras generaciones de la historia que nunca han vivido una guerra con todas sus consecuencias. Esto nos convierte en los seres humanos más privilegiados desde que hay vida en este pequeño planeta. Además, y a pesar de los vaivenes inevitables de las coyunturas económicas, nuestra existencia ha transcurrido en un ascenso constante en cuanto a calidad de vida. Eso nos ha convertido en una sociedad mimada, para la que los problemas siempre transcurrían lejos, en otras partes del mundo. Nosotros siempre estábamos a salvo jugueteando con nuestros 'smartphones' de última generación, mientras veíamos en la 'tablet' o el televisor conectado la última serie sobre la que poder opinar en nuestros cafés en la oficina. Y de repente, algo que comenzó cuando se acercaba la Navidad ha puesto nuestro maravilloso mundo patas arriba y al futuro en entredicho, antes de Semana Santa. Y claro está, no nos ha cogido entrenados. Tan es así, que hasta hace poco, la mayor preocupación de algunos consistía en saber a qué serie engancharse durante la obligada cuarentena. Por suerte, hemos aprendido rápido y ahora todos somos conscientes de que esta no es una oportunidad para tener vacaciones extra, sino que es nuestra guerra. La primera real de nuestras vidas.

En toda tragedia, y esta lo es, el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Habrá quien especule con las caídas de la bolsa y quienes aprovechen la situación para mejorar las perspectivas de sus negocios o sus ideas. Pero también hay héroes anónimos que ponen en riesgo su propia salud para salvaguardar la de todos nosotros. Son médicos, enfermeros, personal sanitario, policías, soldados, farmacéuticos, asistentes sociales o periodistas, entre otros muchos, a los que se unen las miles de personas anónimas que ayudan y colaboran, para que a nadie esté solo en estos momentos. Saldremos de esta crisis y lo haremos mejores y más fuertes, entre otras cosas porque su ejemplo quedará grabado en nuestra memoria. Gracias a todos ellos.

Pero en esta columna dedicada al audiovisual, me quiero referir especialmente a aquellos comunicadores que en radio, prensa, televisión o internet, continúan trabajando para mantenernos informados. Y lo consiguen acudiendo a platós vacíos de público; caminando por calles despobladas y trabajando incansables en redacciones y locutorios, día y noche, para acompañarnos, entretenernos y contarnos lo que ocurre fuera de nuestros hogares. Todos ellos y sin distinción merecen nuestro reconocimiento por su dedicación y rápida adaptación a la situación. Periódicos gratuitos; estrellas de la radio colaborando sus días libres o cambios drásticos y urgentes de orientación en muchos programas de éxito son ejemplos de un trabajo sensacional. Pero si hay un medio que destaca cada vez que se produce una crisis que nos afecta a todos es La Sexta. Lo fue con la crisis en Catalunya y lo ha vuelto a ser estos días, donde el canal de Planeta que creó José Miguel Contreras, dirigido ahora por Antonio G. Ferreras, Mario López y César González, ha duplicado su audiencia. Hasta Cayetana les ve.