La clave

Ciudades que huelen a pueblo

Nuestro entorno del siglo XXI encaja a velocidad de vértigo los efectos de una pandemia que viene de muy lejos en el tiempo, nacida para transformarlo todo

Sísifo

Sísifo / periodico

Carol Álvarez

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Huele a pueblo, dice alguien en Twitter. Las fotos de familiares fallecidos que asoman en nuestros 'timelines' en redes sociales, acompañadas de pesar por la pérdida, y sobre todo por un duelo mal resuelto, inesperado, ejecutado a medias por el confinamiento que nos priva del abrazo consolador de los que quedamos, de los nuestros, nos retrotrae a calles de pueblo viejo, con sus fotos en blanco y negro de vecinos que enterramos a la vista, en puertas y paredes. De descanse en paz.

El impacto de un meteorito a ratos parece que no nos habría sacudido más. El 31 de enero marca en el calendario la casilla del primer día que registramos un caso de <strong>coronavirus </strong>en España. Seguimos procesando a marchas forzadas qué sabemos y qué no sabemos. La información tiene unos patrones que la medicina y la ciencia van perfilando día a día. La cadena de la enfermedad la conocemos. Fiebre, tos, dificultad respiratoria, paracetamol, mejora o no mejora, quizá hospitalización, intubación. UCI. Altas médicas y otras que no. Algunos contagiados pierden el sentido del olfato y el gusto, sabemos también ahora.

La prevención también se va sofisticando. Los mensajes se multiplican. Llaman a la distancia social, a confinamiento, mascarillas. Limpieza extrema con jabón de las manos. No tocarse la cara. No tocarse con otros. No tocar grifos compartidos y pomos de puerta.

Este rosario de 'inputs' nuevos, este manual de instrucciones que se ha impuesto en nuestra cotidianeidad también lleva, sutilmente incorporado, un viaje en el tiempo.

Vuelve la Barcelona menos ruidosa, menos contaminada. Los jabalís ya entran en la ciudad por la zona alta, como cuando era suya, porque lo fue. Vuelven los horarios de tiendas, de las que siguen abiertas, más reducidos. También las llamadas telefónicas a los seres queridos: cuidamos de los nuestros y llenamos más ratos con charlas, sobre todo quienes teletrabajan o ni trabajan ya.

Nuestro entorno del siglo XXI encaja a velocidad de vértigo los efectos de una pandemia que viene de muy lejos en el tiempo, nacida para transformarlo todo. Es un reto a nuestra inteligencia científica y política, copado de pequeños gestos que nos reconectan con nuestra humanidad de siempre.