Maternidad y novela

Boulder y las renuncias

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La escritora Eva Baltasar, en el 2018. 

La escritora Eva Baltasar, en el 2018.  / RICARD CUGAT

Boulder es una mujer solitaria. El amor es una forma de trampa, para las mujeres solitarias, porque a veces el amor tiene estas cosas, que te obliga a elegir, y que te fuerza a renunciar, y que te hace desear lo que no deseabas, y que te aleja a veces de tu propia identidad. Pero el autoengaño dura lo que dura. La segunda novela de Eva Baltasar tiene infinitas lecturas, porque por un lado diría que esta novela pretende señalar precisamente la trampa mortal que esconde el amor -y antes he dicho que es una trampa para las mujeres solitarias, pero en realidad lo es para todos-, el nido de malestar y de infelicidad que se puede cocer en una casita familiar llena de cotidianeidad; y por el otro, diría que nos vuelve a poner contra las cuerdas del género y los referentes que tenemos. 

He dicho que Boulder es una mujer solitaria y es cierto, y esta característica la acentuamos quizá porque siempre hemos vestido a las mujeres de serviciales, de generosas, de empáticas. De hecho, decimos solitaria pero la protagonista de la novela, ahora mismo, en pleno siglo XXI, sería tildada de egoísta, aunque toma decisiones sin pensar en ella misma. Lo que le pasa factura es la gestión emocional que se derivan de ellas.

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Boulder se desprende del género, decía, hasta el punto de que llega a deshacerse del suyo, y habla de las mujeres en tercera persona, como desvinculándose. ¿Por qué? Porque tiene una relación con otra mujer, una mujer que quiere ser madre, y quiere una casa, y una cierta estabilidad, todo dentro de los márgenes, y la va arrastrando a su modelo de vida, y Boulder se lanza por amor pero acaba resultando una intrusa. La madre gestante (pareja) acaba mostrando una mujer-maternal única, y evidentemente las mujeres que son como Boulder quedan excluidas. 

Conocemos a muchas mujeres gestantes que viven su maternidad en exclusiva. Las encontramos normales. Son mujeres, y madres, como toca. No conocemos tantas, en cambio, mujeres no gestantes que tienen un vínculo con su hijo no tan animal, no tan dependiente, no tan exclusivo. Y las que conocemos parecen un error en la cadena de lo que se entiende por femenino. El amor y la maternidad no han tenido mucho margen y nos los han vendido preestablecidos desde hace siglos, y Boulder queda atrapado en ellos.  De esto va la novela, de los márgenes, y de ablandarlos.