LIBERTAD CONDICIONAL

¿Por qué no sabes estar solo?

Aprender a usar el tiempo en soledad es tan importante como saber relacionarnos con los demás

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Lucía Etxebarria

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1974. Bermeo, Vizcaya. En vacaciones de Navidad a veces había temporal. La lluvia y el viento hacían imposible salir a la calle. Podíamos pasar así una semana. No llegaba la señal de televisión, el teléfono se cortaba. Yo tenía un cuaderno, lápices de colores, los libros de Tintín. Mis padres nunca jugaban conmigo. Entonces no se estilaba.

1974. Pallide, León. De octubre a mayo, cuando llegaban las nevadas, los hermanos Bayón –Tiano, Ester y Tomás – se recluían en casa, como el resto del pueblo. No salían ni para atender a los animales, porque la vereda para ir a la cuadra estaba comunicada por un pasillo desde la casa, para evitar salir al exterior. Los domingos salían a misa. Y a veces salía Esther para ir al cimero del pueblo, donde estaba el agua que cogía para beber y cocinar. En todo el pueblo no había un teléfono, tampoco televisión.

El aburrimiento es la base de la creatividad, y los padres que hacen una Disneylandia de la infancia de sus hijos los están invalidando emocionalmente

En Pallide las mujeres daban a luz en casa. En el año setenta y pico, una mujer se puso de parto y el niño venía de nalgas. El teléfono acababa de llegar al único bar del pueblo, por eso se pudo llamar a la ambulancia.  Los  hombres del pueblo improvisaron una camilla con una escalera para bajar entre todos a la parturienta hasta un cruce de caminos donde estaba el vehículo. El teléfono no llegaría a todas las casas hasta el 95. La señal de televisión no llegaba. Hoy, a veces, todavía no lo hace.

2020. Madrid. Cuarentena. Bajo a las perras y me encuentro a uno de los sintecho de la calle austado porque le han robado la manta. Le bajo algunas que tengo en casa. Me preocupo porque esa noche llueve y el frío baja a cinco grados. A la mañana siguiente me acerco a ver si está bien, lo encuentro tosiendo. Llamo al 112. Una hora de espera, y me cortan sin atenderme. Lo mismo en el 110.

Cáritas y Cruz Roja comunican sin parar. Desde el Samur Social me dicen que no hay plazas en los albergues. Me voy andando a Cáritas. Cerrado. Detengo a unos policías que patrullan y les explico la situación. De muy malos modos me dicen que no se van a acercar a un sintecho que tose, «no sea que me contagie», que ese tema no les concierne. Me repiten lo que ya me ha dicho el Samur Social: no hay plazas en los albergues.

El que no sabe estar solo se irá con cualquiera por no aguantarse a sí mismo

En Madrid hay casi 3.000 personas sin hogar que duermen en cajeros, bocas de metro, puertas de locales, soportales, locales comerciales. Incluso habiendo habilitado IFEMA, faltan plazas para acogerles.

En redes sociales leo a gente que se queja porque lleva cinco días sin salir de casa. De una casa en la que hay calefacción, agua caliente, televisión a la carta, lavadora, comida en abundancia. Los niños se aburren, dicen. Aunque tienen 10 canales distintos de dibujos,  iPad, videoconsola, teléfono móvil. Con 10 años.

Usar el tiempo en soledad

«El aburrimiento es la base de la creatividad, de la motivación. Los padres que se encargan de hacer una Disneylandia de la infancia de sus hijos, proveyendo entretenimiento constante, los están invalidando emocionalmente, y castrándoles la imaginación. Esta crisis nos tiene que demostrar que no estamos dotando de herramientas emocionales para que un niño y un joven sean autosuficientes». Me lo cuenta por teléfono Alberto Casalta, que dirige el Instituto de Psicoterapia La Plana, en Castellón.

Aprender a usar el tiempo que pasamos nosotros solos es una habilidad tan importante como saber relacionarnos con los demás. Porque la buena soledad es la que nos aleja de las malas compañías. Porque el que no sabe estar solo se irá con cualquiera por no aguantarse a sí mismo. 

Porque el que no sabe estar solo no sabe vivir.