LA GESTIÓN POLÍTICA DEL CORONAVIRUS

El vértigo de presidir una España enferma

Pedro Sánchez no sólo debe luchar contra el virus: tiene que intentar frenar una sangría de empleos y enfrentar la crisis de la Corona

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Gemma Robles

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Hace casi un suspiro y medio que Pedro Sánchez logró, tras varios pasos en falso, cosechar los apoyos necesarios para poner en marcha el primer gobierno de coalición en democracia. Ni él ni ninguno de nosotros podía siquiera intuir lo que tenía por delante: el enorme vértigo de presidir a una España enferma. En varios sentidos. El coronavirus amenaza y amenazará en el corto y medio plazo la salud de los ciudadanos. Por desgracia hay centenares de víctimas mortales. Miles de afectados. Millones de asustados y un buen puñado de irresponsables.     

En este momento dar la<strong> batalla sanitaria</strong> no es ni debe ser sólo la emergencia de Sánchez y sus ministros: Es y debe ser la la responsabilidad y la principal ocupación de todos y cada un de los españoles. Cada cual su pequeño grano de arena, incluídos los medios que, como EL PERIÓDICO, fuerzan los motores hasta donde permite el teletrabajo para multiplicar la información de calidad y de servicio público, fomentando sin descanso los confinamientos caseros. Son vitales, en el sentido literal del  vocablo. Mi reconocimiento desde aquí a la competencia, volcada en el mismo fin en tiempos de orientar brújulas en una misma y urgente dirección: terminar con la amenaza.

Políticos y reyes

Los políticos, los que tienen el inmenso honor de que les hayamos delegado escaños en el Congreso o en parlamentos autonómicos, deben estar a la altura. Toca POLÍTICA, así, con mayúsculas, no politiqueo. Ni electoralismo indigno e indignante. Quien no pueda cumplir el nivel exigido por la gravísima coyuntura, que dé un paso atrás. No estamos para experimentos. Ni para estremecimientos extras provocados por señores que han llevado corona y que, supuestamente (manténganse los protocolos pese a sus propias renuncias con aroma a excusatio non petita...) se ha reído entre otras cosas de las arcas públicas. Esas arcas ahora han de ser vaciadas, por urgencia y por decreto, para intentar evitar una catástrofe económica, durante y después del tsunami sanitario. Toca parar el miedo en los mercados y sobre todo, en los hogares y las empresas.

Es mucho dinero a inyectar y puede ser mucho más. Está en el ambiente. Los impuestos de los españolitos de a pie serán la segunda vacuna más necesitada de los próximos meses en este país. Esperemos que trabajadores, empresarios, grandes fortunas y aficionados al escaqueo sepan entender el momento y todos den la talla. Es hora de que algunos, además de difundir tiernos vídeos por las redes sociales, paguen sus impuestos en España. Estamos en estado de alarma. Emergencia nacional.

Desconocemos si de este asunto dirá algo en su discurso a la nación, este miércoles, Felipe VI, que sale a arriesgar. Veremos. Que los cimientos de Zarzuela estén débiles es otro reto para Sánchez, que gobierna gracias a varios partidos republicanos, sin desmerecer a los que tiene en sus filas. Más vértigo. Pero hoy el presidente está en otras. Normal. Ha tenido que poner en la mesa 200.000 millones como «escudo económico y social» , no sin tensiones en su equipo. Y tiene el virus en casa. Y vértigo