Opinión | Editorial

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El aplazamiento de la Eurocopa de fútbol

La lógica decisión de la UEFA era inevitable el mismo día en que el COI, por contra, siguió con su idea demantener las fechas de los Juegos

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El efecto dominó de la pandemia del covid-19 tuvo este martes nuevas consecuencias de impacto en el mundo del deporte, empezando por el aplazamiento de la Eurocopa de fútbol hasta el próximo año, como también ha ocurrido con la Copa América. La decisión era inevitable porque la competición se debía disputar –del 12 de junio al 12 de julio–, en 12 países con el consiguiente movimiento de aficiones que hubiera supuesto.

Con todas las competiciones actualmente paradas, y sin atisbar cuándo podrán reanudarse por el descontrolado avance de la pandemia, posponer durante más tiempo una decisión de este tipo hubiera sido una insensatez. La UEFA, además, ha dado una oportunidad a que las competiciones de clubs, tanto nacionales como internacionales, puedan tener la posibilidad de aprovechar el hueco que deja en el cargado calendario. Así, se ha reubicado la final de la Champions al 27 de junio, en lugar del 30 de mayo previsto. La Liga profesional española, por boca de su presidente, Javier Tebas, ha manifestado en ese sentido su idea de acabar la competición. De no poder hacerlo, ya se ha cifrado el descalabro económico en más de 600 millones de euros. Esta intención de Tebas y la subsiguiente adaptación del calendario internacional quedarán pendientes de la evolución de la epidemia por obvias cuestiones de salud para deportistas y aficionados.

El mismo día en que se aplazó la Eurocopa también anunció una medida similar el torneo de tenis de Roland Garros, que se iniciará el 20 de septiembre y no el 24 de mayo. Por contra, el COI, con el apoyo del comité organizador y del Gobierno japonés, mantuvo su idea, por ahora, de que los JJOO se celebren del 24 de julio al 9 de agosto en Tokio. Deja esta decisión la imagen de que el presidente del organismo, el alemán Thomas Bach, su comité ejecutivo y las federaciones internacionales solo piensan en sus intereses y dan la espalda a una durísima realidad. Las circunstancias que vivimos exigen actuaciones nada acomodaticias. Porque si bien es cierto que hay cuatro meses por delante, debería ponderarse por ejemplo que los atletas –los protagonistas de la cita olímpica– ya no pueden prepararla con normalidad.